CREONTE. —Ay, vosotros que veis, en un mismo linaje, asesinos y víctimas: mi obstinada razón que no razona, ¡oh errores fatales! ¡Ay, mis órdenes, qué desventura! Ay, hijo mío, en tu juventud —¡prematuro destino, ay ay, ay ay!— has muerto, te has marchado, por mis desatinos, que no por los tuyos