Qué divertido será —le había dicho a Henry mientras, de pie junto a la cuna, miraban a Herbert envuelto en la mosquitera— cuando empiece a escribirnos cartas desde el colegio.
A Henry no le había gustado esa observación; ella adivinó inmediatamente su reproche. Henry pensaba que todas las mujeres de verdad debían preferir a sus hijos indefensos, y lamentar el día en que empezaran a crecer. Debían preferir las camisitas a los trajes cortos; estos a los pantalones cortos y estos, a su vez, a los pantalones largos. Henry tenía unas ideas claras y masculinas sobre las mujeres y la maternidad. Aunque orgulloso en secreto de sus pequeños hijos cada vez mayores, fingía, incluso para sí, que por ahora eran únicamente incumbencia de su madre. Por lo que ella, naturalmente, se había esforzado en adoptar esos puntos de vista