Cuando la maestra les preguntó a los chicos de primer grado la profesión o trabajo de sus padres, Verónica, entusiasmada, respondió:
«Mi mamá escribe». Sus compañeros, riéndose, dijeron: «Mi mamá también escribe». «Y la mía». «Y la mía».
Todas las mamás escriben. Pero vos quisiste decir otra cosa, gorda mía; y la maestra salió en tu ayuda:
«La mamá de Verónica escribe cuentos que salen publicados en las revistas». «Y muchos de esos cuentos son para mí" agregaste, orgullosa, dientes de conejo, cara de manzana.
Los cuentos de este libro, los que vos me inspiraste, te pertenecen. Son para vos y tuyos. Y dicen, sencillamente, lo que todas las mamás les dicen a sus hijos, lo que sienten por ellos y no lo han escrito por falta de tiempo, o por creer que no sabrían hacerlo.