al lado de su actuación en el sindicato, la capacitación científica de las maestras, iluminada por su claridad política, su capacidad, su gusto por saber más y su curiosidad siempre despierta son algunos de los mejores instrumentos políticos en la defensa de sus intereses y de sus derechos. Entre ellos, por ejemplo, el de rechazar el papel de simples seguidoras dóciles de los paquetes que producen los y las sabelotodo en sus oficinas, en una demostración inequívoca ante todo de su autoritarismo y, como una extensión del autoritarismo, de su absoluto descreimiento en la posibilidad que tienen las maestras de saber y de crear.
Y lo curioso de todo esto es que a veces los y las sabelotodo que elaboran detalladamente sus paquetes llegan a hacer explícito –pero casi siempre dejan implícito en su discurso– que uno de los objetivos esenciales de los paquetes, que ellos no llaman con ese nombre, es viabilizar una práctica docente que forje mentes críticas, audaces y creativas. Y la extravagancia de esa expectativa está precisamente en la contradicción frontal entre el comportamiento pasivizado de la maestra, esclava del paquete, domesticada por sus guías, limitada en la aventura de crear, contenida en su autonomía y en la autonomía de su escuela, y lo que se espera de la práctica de los paquetes: niños libres, críticos, creativos.
Creo que uno de los caminos tácticos para las maestras competentes, políticamente claras, críticas, que rechazando ser tías se afirman en lo profesional como maestras, es desmitificar el autoritarismo de los paquetes y de las administraciones paqueteras en la intimidad de su mundo, que es también el de sus alumnos. En el salón de clase, cerrada la puerta, su mundo difícilmente es descubierto.