Unos ojos recién inaugurados

Dos cosas que te cambian la vida:
—una buena abuela
—un buen editor
Julieta Roffo

Me diría, como me dijo una vez: “Es la única manera de aprender: afrontar riesgos razonables”.

Abuela: te fuiste y dejaste el teléfono descolgado. No voy a colgar el mío, te voy a seguir hablando, aunque sepa que nunca vas a volver a levantar el tubo.

su cadáver, todavía recostado en la cama del hospital. Un ojo entreabierto, el otro cerrado, y pie

hospital. Un ojo entreabierto, el

Siento que estuve escribiendo un manual sobre cómo envejecer, pero Elsa no era ejemplo de casi nada (salvo de una perseverancia enfermiza, tanto en lo bueno como en lo malo) ni le hubiera gustado serlo. Aguantó su autonomía todo lo que pudo, en lo físico y en lo mental, hasta que el cáncer se la arrebató

Para mí es una conversación todavía abierta. Un llamado telefónico que nunca se cuelga, como cuando advertís que el otro se olvidó de colgar como corresponde y, mientras escuchás ruidos de fondo, le seguís hablando a ver si te escucha, porque colgarlo significa no poder volver a llamar. Abuela: te fuiste y dejaste el teléfono descolgado. No voy a colgar el mío, te voy a seguir hablando, aunque sepa que nunca vas a volver a levantar el tubo

No me voy a ningún lado donde no me puedas encontrar.

: “A un chico no hay que prohibirle la gaseosa porque la prohibición la vuelve exquisita. Lo que hay que hacer es dársela a temperatura ambiente. Es desolador, ahí comprendés lo que disimula el frío

Cuidate como oro en polvo