finales del siglo XIX y principios del XX muchos artistas profesionales y amateurs adoptaron la costumbre de viajar con unos cuadernos de páginas consistentes que admitían la acuarela o la tinta china, y de solapas también sólidas para proteger los dibujos y los apuntes de las inclemencias, manufacturados en diversos puntos de Francia y vendidos en París. Ahora sabemos que Wilde, Van Gogh, Matisse, Hemingway o Picasso los utilizaron: ¿pero cuántos miles de viajeros anónimos también lo hicieron? ¿Dónde estarán sus moleskines? Así las llama Chatwin en su mencionado relato australiano y ése fue el punto de partida que tomó una pequeña empresa de Milán, Nodo &