Esta dosis obligatoria de mito que proporcionan las revistas provoca en las lectoras una codicia demencial, acuciante e insaciable de productos, además de una fantasía constante: el anhelo de que llegue a la puerta de la lectora un hada madrina y la haga dormir. Al despertar, su cuarto de baño estará lleno de productos infalibles para el cuidado de la piel, con las instrucciones a seguir paso a paso, y paletas con el maquillaje exacto que necesita. Este bondadoso fantasma habrá tintado el pelo de la durmiente y le habrá hecho un corte perfecto, directamente sobre el rostro, que habrá estirado y retocado sin dolor alguno. En su armario encontrará un vestidor entero ordenado según la estación y la ocasión, organizado por colores y con accesorios dispuestos en zapateros y sombrereras. La nevera estará llena de minúsculas verduras, artísticamente dispuestas en bandejas gourmet ya preparadas, junto a virtuosas hileras de botellas de agua Perrier y Evian. Así, la mujer se entregará a un mundo de apoteósico consumo femenino que trasciende cualquier apetito.