El mito de la belleza

Algunos de mis colegas», admite, «me dicen: ¡Las mujeres son muy tontas! ¿Cómo pueden comprar toda esa grasa y esas cosas? Mujeres formadas, que han ido a Radcliffe, Cambridge, Oxford y la Sorbona... ¿qué les pasa? ¿Por qué van a Bloomingdale’s y pagan 250 dólares por esa basura?».

Desde el punto de vista de las industrias, solo hay un escenario peor que una victoria de las mujeres en este partido amañado: que estas pierdan el más mínimo interés en jugarlo.

Este Dios es el Gran Hermano. «La disciplina es liberación», declara la gurú del ejercicio Jane Fonda, sorda por el eco de sus palabras: la guerra es la paz, el trabajo es la libertad. Y muchas mujeres internalizan el ojo del Gran Hermano: la compañía Weight Watchers hace que las mujeres paguen por controlarse mutuamente; sus revistas les dicen que «han de llevar siempre encima el maquillaje, aunque salgan solo a pasear al perro. Nunca se sabe a quién te puedes encontrar». Jesús dijo: «Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor». Y Positively Beautiful ordena: «Ponte desnuda delante de un espejo grande y contémplate de frente, de espaldas y de perfil. Quítate el velo de los ojos y afronta la verdad de tu situación». «Te cuelgan las carnes y se te hacen hoyuelos? ¿Ves los bultos? ¿Tienes los muslos muy gruesos? ¿Te sale barriga?». Este es el tipo de escrutinio personal que antes estaba reservado para el alma.