—Esto no resulta ningún esfuerzo para mí —replicó con voz ronca sin apartar los labios de su cuello—. Llevo días soñando con besarte. En el hospital, no conseguía descansar, no podía pensar en otra cosa que en hacerte el amor una vez más. Y ni siquiera podía hablar contigo a solas, siempre había alguien a nuestro alrededor. ¡Dios, qué ganas tenía de estar de nuevo en casa, solos tú y yo!