El 16 de octubre de 1978, durante las celebraciones del 70º aniversario de Enver Hoxha, gran dirigente del Partido del Trabajo de Albania, un diluvio nada propiciatorio destiñe la pintura roja de pancartas y banderolas con las consignas dedicadas al día jubilar, inundando Tirana con un reguero de agua mezclada con «la sangre de los mártires de la revolución comunista albanesa». Este hecho aparentemente intrascendente, sumado a la elección ese mismo día del nuevo papa de Roma, el cardenal polaco Karol Józef Wojtyla, es visto por los Servicios de Seguridad del Estado como un complot disfrazado de casualidad, como un sabotaje en plena línea de flotación de la guerra ideológica, coincidiendo justamente con la ruptura con la República Popular China. La orwelliana maquinaria de represión que los órganos competentes, en un rapto de patetismo revolucionario, ponen en funcionamiento para desenmascarar y castigar al «enemigo interno», encuentra su cabeza de turco perfecta en uno de los trabajadores de la empresa de decoración del espacio público de la ciudad: el pintor Edmond/Sulejman, desclasado descendiente de una familia musulmana y capitalista, amén de cornudo, divorciado y bebedor. Imposibilitado bajo el yugo de la sospecha y el miedo a la delación, en su vertiginoso desdoblamiento entre lo cotidiano (Edmond) y lo abisal (Sulejman), el pintor deposita todas sus esperanzas de rehabilitación en la realización de un gran lienzo titulado La épica de las estrellas matutinas, que el Gran Dirigente deberá destacar en la inauguración de la próxima exposición en la Galería Nacional de las Artes… Esta novela, inspirada en el caso del pintor Edison Gjergo y su cuadro homónimo, ganó el European Union Prize for Literature 2017. Su autor, Rudi Erebara (Tirana, 1971), la ha definido como una obra escrita contra «la inmoralidad de las dictaduras y sus dictadores».