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Thomas Mann

Schopenhauer, Nietzsche, Freud

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  • b7290150166har citeretsidste år
    Esto ha de ser entendido de manera enteramente literal. Las «Ideas» de Platón se han vuelto en Schopenhauer voraces sin remedio, pues, como grados que son de las objetivaciones de la voluntad, se disputan unas a otras la materia, el espacio, el tiempo. El mundo vegetal tiene que servir de alimento al mundo animal; cada animal, a su vez, tiene que servir de presa y de alimento a otro animal; y de este modo la voluntad de vivir se devora sin descanso a sí misma. Finalmente el hombre considera que todo ha sido creado para su uso, mas, por su parte, muestra con la más espantosa claridad el horror de la lucha de todos contra todos, la autoescisión de la voluntad, según el dicho: homo homini lupus
  • b7290150166har citeretsidste år
    Era una evaluación notablemente pesimista. Y, en efecto, cualquier manual enseña que Schopenhauer fue en primer lugar el filósofo de la voluntad, y en segundo lugar el filósofo del pesimismo. Pero aquí no hay primero ni segundo, sino que todo es uno y lo mismo; y Schopenhauer era lo segundo porque era lo primero y en la medida en que era lo primero; Schopenhauer era necesariamente pesimista porque era el filósofo y psicólogo de la voluntad. La voluntad, que es lo contrario de una satisfacción en reposo, es en sí misma algo fundamentalmente desdichado; es inquietud, es apetencia de algo, es ansia, es nostalgia, es avidez, es anhelo, es padecimiento. La voluntad que se objetiva en todos los entes expía en lo físico su placer metafísico, lo expía en un sentido muy literal de esta expresión: ese placer ella lo «expía» de la manera más horrible en el mundo y por el mundo que ella misma ha producido y que, por ser obra del apetito y de la pena, se revela como algo completamente atroz. Pues dado que la transformación de la voluntad en mundo, su mundificación, se realiza de acuerdo con el principium individuationis, se realiza mediante la disgregación de la voluntad en la multiplicidad, ocurre que la voluntad olvida su unidad originaria y se convierte en una voluntad enemistada millones de veces consigo misma, pese a ser, en todo ese despedazamiento, una; se convierte en una voluntad en conflicto consigo misma, que, desconociéndose, busca en cada una de sus manifestaciones fenoménicas el bienestar, el «lugar al sol», a costa de otras manifestaciones fenoménicas, más aún, a costa de todas las demás, y de esta forma clava constantemente los dientes en su propia carne, semejante a aquel habitante del Tártaro que con avidez devoraba su propia carne.
  • b7290150166har citeretsidste år
    existe tan sólo para justificarla, para proporcionarle motivos «morales» y, dicho con brevedad, para racionalizar nuestros instintos
  • b7290150166har citeretsidste år
    no es que el intelecto produjese la voluntad; al revés: ésta engendraba para sí a aquél
  • b7290150166har citeretsidste år
    La representación no era fin de sí misma, sino un medio para alcanzar los fines de la voluntad, lo mismo que eran también un medio aquellas otras partes
  • b7290150166har citeretsidste år
    ¿Acaso porque la voluntad representaba el resultado de algún conocimiento objetivo acerca del valor de la vida? No; todo conocimiento era completamente ajeno a la voluntad; ésta era algo del todo independiente del conocimiento, algo del todo originario e incondicionado, era un impulso ciego, un instinto básico e irracional, absolutamente inmotivado, un instinto que estaba tan lejos de depender de cualesquiera juicios sobre el valor de la vida, que más bien ocurría lo contrario, a saber, que todos esos juicios dependían entera y totalmente del grado de fortaleza de la voluntad de vivir.
  • b7290150166har citeretsidste år
    fuerza coercitiva de la convicción. Schopenhauer definió la cosa en sí, le dio nombre, aseveró saber lo que era —aunque, según Kant, nada podía saberse de ella—. La cosa en sí era la voluntad
  • b7290150166har citeretsidste år
    propio yo: conocemos nuestro propio yo sólo como fenómeno, no según lo que él acaso sea en sí. Dicho con otras palabras: espacio, tiempo y causalidad son unos mecanismos de nuestro intelecto, y por esto se llama inmanente la aprehensión de las cosas que se nos da en su imagen, condicionada por ellos. La aprehensión trascendente sería aquella que obtendríamos mediante el giro de la razón contra sí misma, mediante la crítica de la razón, mediante el descubrimiento de que aquellos tres mecanismos allí intercalados son meras formas del conocimiento.
  • Angelica Toledohar citeretfor 5 år siden
    verdad y la belleza han de mantener una relación recíproca; tomadas en sí mismas, y sin el apoyo que la una encuentra en la otra, no pasan de ser unos valores muy inestables.
  • Angelica Toledohar citeretfor 5 år siden
    A alegría que nos produce contemplar un sistema metafísico, el contento que nos proporciona ver organizado espiritualmente el mundo en una construcción mental dotada de unidad lógica y apoyada de modo armonioso en sí misma: esa alegría y ese contento son siempre de naturaleza eminentemente estética; tienen el mismo origen que el placer, tienen el mismo origen que la satisfacción elevada y, en su último fondo, siempre serena con que nos obsequia la acción del arte, una acción que introduce orden, que da forma, que hace transparente y abarcable con la mirada la confusión caótica de la vida.
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