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el cautiverio más desconcertante de todos: el del silencio de la razón. No entendemos por qué está ocurriendo lo que está ocurriendo. No hay explicación.

Contra un socorrido lugar común, conversar con personas muy inteligentes no te hace sentir más estúpido, sino más inteligente. Y si te hacen sentir estúpido, es que no son inteligentes. La inteligencia o es virtuosa o no es inteligencia.

La sobrevenida clase media europea somos así: decimos que buscamos lo diferente en la otra punta del mundo y terminamos viviendo en el lugar que más se parece a Europa de la otra punta del mundo. Nuestra búsqueda es patética y nuestra solución lo es aún más. Somos creadores y ejecutores de un gran y a menudo siniestro malentendido.

Yo mismo padecí la venganza de Moctezuma a mi llegada a México, y la padecí bien padecida: durante dos años Moctezuma se ensañó conmigo.

existe ese mito rastrero según el cual las epidemias son «armas» despiadadas que emplean los orientales contra los occidentales

habíamos hecho algo. Y era algo que los demás podían tocar con sus propios dedos, era algo que no teníamos que describir ni imaginar ni tampoco pensar porque, sencillamente, lo podíamos mostrar, exhibir, enseñar. Era el fruto de combinar el tiempo y el movimiento de nuestras manos, y ahora estaba a la vista de todo el mundo. He hecho bastantes cosas con mi mente a lo largo de mi vida. Pero he hecho pocas con mi cuerpo

No hay comparación posible entre la satisfacción que da hacer algo con las manos y la que da hacer algo con la mente. Hay algo en el sentido del tacto que se imprime en nuestra memoria con una melancolía dulce e inaudita.

Llamar sin preguntar o advertir de que se va a llamar a alguien es algo que, hoy en día, ya solo hacen las personas mayores de cuarenta años.

esa técnica le parecía poco fiable, le parecía –como dirían en México– un volado, una moneda lanzada al aire; dejaba demasiadas cosas al azar

Lo verás todo de Génova. No entenderás nada. Pero lo verás todo».