Papel con sello de agua

De estos «duraderos», el principal era un tal Pandolfello Piscopo, también conocido como Pandolfo Alopo, que como protegido de Giovanna obtuvo el título de Gran Camarlengo, pero cuyo poder extraoficial superaba al de los nobles más distinguidos de las antiguas familias napolitanas

Amalfi, pues, era parte del Reino de Nápoles. Reconocía a los monarcas de la dinastía angevina y por lo tanto, el gobierno de la reina Giovanna II de Nápoles, llamada también Giovanna la insaciable, Giovanna la libertina, Giovanna la cazadora de hombres, Giovanna la de los cien amantes…

Iremos a la famosa Amalfi, para que la reina compre el papel… Todo será solemne, alegre, ¡no es una expedición militar, nadie saldrá herido, mucho menos muerto

No se privaba tampoco de poner sobre la mesa una copa con la base húmeda, por lo que su plancha «recordaba» cada borrachera suya

¿Y el hombre? Se habría olvidado de su creador, de lugar de origen, de su estirpe… Podría ascender victorioso cualquier cumbre o saltar toda su vida con tenacidad, pero sin la más ordinaria pluma para escribir no avanzaría más allá de sí mismo, lo haría en vano

Bien… Pero, ¿de qué vivía?, se preguntaban muchos. La respuesta: justamente de aquellos que se hacían tal pregunta, dispuestos, por curiosidad, a pagar un poco por al menos asomarse a su mundo, tan diferente de aquel en el que se vegetaba de la manera acostumbrada

Por lo general fingimos saberlo todo, tratamos de encubrir los errores propios lo más posible, los tachamos, los rasgamos con las uñas y, si se trata de una hoja completa, la arrancamos y tiramos. ¿Acaso no es más honesto y sencillo agregar una fe de erratas?

Es humano errar, pero inhumano no reconocer el error…

A veces parecía que todo lo que lograba ganar de la escritura lo invertía en alimentar la llama en cuyo campo de luz seguía escribiendo.

A veces, la existencia de un amor ideal, la fe en él, supone antes que nada un engaño. El engaño de uno mismo.