En grado de tentativa

El aire es como una fragua.
Tiene miedo de volar

Ella te nombra con diminutivos, finge desconocer
la fecha de tu muerte y entona aquella canción
de su noviazgo mientras riega su fila de macetas.

Apenas percibimos
el ritmo algodonoso
de trotes tan sangrantes.

Bajo la puerta encontraré la clave
para dar con el frasco de veneno:
a brújulas nacidas sin oriente
soles que nos deslumbren apagados.
Y en el frasco, en vez del tósigo liberador,
veré saltar tus últimas palabras:
lo que la voz tiene de piedra
colgará de tu cuello en otra vida.

El jardín en silencio con su estruendo de ángeles

del propio Michaux:
Desde hace años he dejado de depender
de mis rasgos. Ya no habito esos lugare

Me puse a hablar alemán

Con tu vestido de lino
y tus perlitas al cuello,
te descubro en el camino
como un oscuro destello.

Tiene tu voz, con su timbre,
las resonancias más tiernas.
En dos sillones de mimbre
déjame abrirte las piernas.

Tu cabello se demora
en los dedos de la tarde.
Siempre le das a la hora
el minuto donde arde.

Desnudo sobre un abrigo,
sobre un abrigo de pieles,
pienso que al estar contigo…
¡más me gustan las infieles

Cuánta poesía puede ser transportada
por una carretilla roja?

El asco de estar vivo, de flagelar
a medias, ¿no hace que te retuerzas
entre mis pesadillas?

Pisarte, sí, o aplastarte con una piedra
volcánica, o lanzarte a un pozo de lodo
hecho a tu medida, ¿no habrá
de recordarte mi bautizo?
Descreo de los milagros
a primera vista.

Nadie le sacó a Jesucristo un ojo,
ni en la tierra ni en el cielo.

Ojo perdido, de ceguera insegura,
voy a matarte con mi talón de piedra,
y después velaré por ti sin veladuras.