Con tu vestido de lino
y tus perlitas al cuello,
te descubro en el camino
como un oscuro destello.
Tiene tu voz, con su timbre,
las resonancias más tiernas.
En dos sillones de mimbre
déjame abrirte las piernas.
Tu cabello se demora
en los dedos de la tarde.
Siempre le das a la hora
el minuto donde arde.
Desnudo sobre un abrigo,
sobre un abrigo de pieles,
pienso que al estar contigo…
¡más me gustan las infieles