Una niña hermosa de rizos color miel se quedó pasmada frente a ella. Sus ojos se agrandaron, primero con sorpresa, luego con reconocimiento. Dirigió la mirada a la mano robótica de Cinder y sus mejillas palidecieron.
–Bonjour, mademoiselle –dijo Thorne.
La niña volteó a verlo. Luego puso los ojos en blanco y se derrumbó sobre el piso de mosaicos.
perfectamente sería la niña