Déjalo ir

Si sueltas un poco, obtendrás un poco de paz. Si sueltas mucho, tendrás mucha paz. Si sueltas completamente, alcanzarás la paz completa.
AJAHN CHAH

Soltar, en cambio, nos alivia de todo lo anterior. La mente se relaja y, libre de tensiones y de la energía que dedicamos a aferrarnos, sentimos una paz mucho mayor. Vemos las cosas tal cual son, despojadas de cualquier capa de miedo o ansiedad. Nos abrimos más al amor y a nuestros semejantes. Nos damos cuenta de que lo que buscamos cuando nos aferramos –seguridad, felicidad, alegría, paz mental– está ahí todo

Y quizá empecemos a darnos cuenta de que no somos una mera persona, sino parte esencial e intrínseca de la evolución de la conciencia universal.

Me gusta establecer una analogía con los árboles que se enfrentan a una tormenta. En primer lugar, necesitan unas raíces fuertes y firmes para no verse arrancados. De igual modo, debemos estar firmemente arraigados en la tierra del ser. Tenemos que mantenernos fríos, tranquilos y serenos en medio de todos esos cambios, sin permitir que el miedo o el pánico se apoderen de nosotros a cada suceso inesperado. Tenemos que hacer a un lado nuestras creencias sobre lo que nos hará felices, recordando que lo que buscamos en la vida –paz, tranquilidad,

descubriendo colectivamente que la esencia del despertar consiste en dejar de lado nuestras ideas preconcebidas y nuestros juicios, devolver nuestra atención al momento presente y reconocer nuestra auténtica naturaleza.

Y, cuando lo hizo, llegó a la comprensión radical de que aferrarnos a nuestras ideas de cómo deben ser las cosas provoca sufrimiento y nos aleja de nuestra auténtica naturaleza.

Cuando soltamos el ego y descansamos en la quietud de nuestro ser esencial, la voz tranquila del discernimiento resplandece como una nueva forma de ver las cosas.

«Trata a los demás como quieres que te traten a ti»

todos somos dignos de ser amados. Todos queremos estar a gusto, que nos traten con respeto, sentirnos atendidos y apreciados. Nadie desea sentirse criticado, rechazado, ignorado o manipulado. Para reducirlo a términos más sencillos, todos queremos sentirnos amados.

Sé que hiciste mal, pero no te voy a castigar esta vez».