Éstas fueron mis conclusiones sobre el «asombro»:
«Naturalmente, es estúpido asombrarse de todo, mientras no asombrarse de nada es mucho más elegante y, por alguna razón, se considera de buen tono. En mi opinión, no asombrarse de nada es bastante más estúpido que asombrarse de todo. Cabe añadir, además, que no asombrarse de nada es casi lo mismo que no respetar nada. Un hombre estúpido es incapaz de respetar».