Juegos de amor I: Mi muñeca

Pero yo soy un hombre libre, y en tu caso reconocer eso frente a tu futuro cuñado no es buena idea —dijo girándose hacia él por completo. Vladimir sonrió con la arrogancia que lo caracteriza.
—Estoy aprovechando mi soltería, porque aún no me comprometo con tu hermana. Tú harías lo mismo. —Eric asintió dándole la razón

lo necesario para la apertura a las

—Y terminarían como amiguitos.

te atreviste a arrancarle algunas plumas de sus alas. —Vladimir soltó la carcajada que Bruce ya esperaba.
—Pagaría por ver su cara, creo que ambos nos reiríamos mucho.
—Y terminarían como amiguitos.

En sí me obligó, después me invitó un helado. —Él lanzó un suspiro, relajándose.
—Qué tacaño

Yo no soy idiota, Billy Meldenshon; y cuando tú apenas vas, yo ya di tres vueltas

Se llama Billy.
—¿Qué clase de nombre es ese? —preguntó molesto.
—Uno muy bonito —replicó.
—Ah, ¿sí? ¿Y qué? ¿También tiene nombre de héroe? —Emilia frunció el ceño, extrañada.
—¿Perdón? No entiendo de qué habla —dijo haciéndolo sentir como un tonto.

llama Billy.
—¿Qué clase de nombre es ese? —preguntó molesto.
—Uno muy bonito —replicó.
—Ah, ¿sí? ¿Y qué? ¿También tiene nombre de héroe? —Emilia frunció el ceño, extrañada.
—¿Perdón? No entiendo de qué habla —dijo haciéndolo sentir como un tonto.

¡Hoy, después de un siglo de luto por fin he amado, te he adorado y me he vuelto tuyo! —Selló sus palabras con un beso y se giró para retirarse.

«¡Aunque algún día te vayas de mi lado, quiero decirte que te veré de nuevo! ¡Algún día veremos juntos el mismo amanecer!».