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Roberto Calasso

El Cazador Celeste

  • Héctor Rojohar citeretsidste måned
    El chamán estaba obligado a actuar en un mundo que a los demás se les escapaba. Allí, si se batía con otro chamán, llamaba en su ayuda a escuadras de espíritus auxiliares. Tenía una mirada ardiente, que a veces velaba con una gorra orlada. Como el arco del cazador, así era el tambor del chamán. El arco permitía al cazador transformarse en un animal que salta, fulmíneo, con una prisa mortal. El tambor era el lago en el que el chamán se zambullía para entrar en un mundo que los otros no veían. Antes que nada, era necesario encontrar el tronco del que había sido sacado el círculo del tambor. Al golpear el tambor, el chamán contaba la historia de ese árbol. También la piel del tambor hablaba. Contaba cómo había vivido hasta que un cazador la había herido. El tambor es el árbol y el animal que fueron matados. El chamán se vuelve ese árbol y ese animal. En este punto el tambor comenzaba a guiar al chamán. Era una pluma, una cabalgadura. El chamán se agarraba al tambor como a la cabellera de un caballo.
  • Héctor Rojohar citeretsidste måned
    Los mundos son tres y los hombres normalmente están en el del medio. Los chamanes, en cambio, están en todos ellos. A veces tocan con la cabeza uno de los mundos, pero tienen los pies apoyados en otro. En los tres mundos existe la misma cantidad de vida, de hierba, de presas, de hojas. Los espíritus, a veces, son más pequeños que los mosquitos. Otras veces, si se mira desde lejos, parecen montañas.
  • Héctor Rojohar citeretsidste måned
    Las grandes ciudades son herederas de esos lugares donde por primera vez se tuvieron reservas de alimento en altos cántaros guardados en almacenes. Los cazadores no podían sino ignorar las reservas. No llevaban inventarios ni anales.
  • Héctor Rojohar citeretsidste måned
    Los hombres se vuelven animales metafísicos durante la caza
  • Héctor Rojohar citeretsidste måned
    Nada de todo eso que constituía la vida de la ciudad hubiera podido existir sin esas carreras, esas emboscadas por los montes, sin esas flechas disparadas y esa sangre. Se diría que la sociedad no se había sentido nunca lo suficientemente viva, y acaso real, sin esa vida paralela y superflua, vagante, de los cazadores perdidos en los bosques.
  • Héctor Rojohar citeretsidste måned
    La caza nace como acto inevitable y termina como acto gratuito.
  • Héctor Rojohar citeretsidste måned
    El pensamiento más antiguo, aquel que por primera vez no sintió la necesidad de ofrecerse como relato, se manifestó en la forma de los aforismos sobre la caza. Como un susurro, entre tiendas de campaña y fuegos, se transmitieron como cantilenas:

    «La presa es semejante a los seres humanos, pero más santa.»

    «La caza es algo puro. La presa ama a los hombres puros.»

    «¿Cómo podría cazarlo si antes no lo dibujaba?»

    «El mayor peligro de la vida reside en que el alimento de los hombres está hecho enteramente de almas.»

    «El alma del Oso es un Oso en miniatura que se encuentra en su cabeza.»
  • Héctor Rojohar citeretsidste måned
    Quien se preparaba para la caza evitaba abrir la boca. Prudentes, concentrados, sabían que el mínimo sonido habría bastado para arruinar la empresa.
  • Héctor Rojohar citeretsidste måned
    Era el reino de la metamorfosis
  • Liliana Estradahar citeretfor 4 måneder siden
    visible? Golpeando el tambor. Esa piel tensa de un animal muerto era la cabalgadura, era el viaje, el torbellino dorado.
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