Los vestidos, los sombreros de copa, las cadenas de oro, casi habían desaparecido, el Tout-Paris habría vuelto a sus mansiones a prepararse para los teatros y los cócteles, mientras que una nueva gente, desordenada, sucia, una multitud con gorras y cinturones desabrochados, con cestas y voces, se colaba por las bocacalles.