Aun así, sospechaba que Marcia no había sido de mirarse demasiado al espejo. No daba la impresión de preocuparse mucho por su apariencia, en el mejor de los casos, ni siquiera con el pelo teñido
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Que dos mujeres compitieran por el amor de un clérigo empleando como armas de seducción la comida y el vino tenía algo de escandaloso, pero toda la historia cuadraba perfectamente. La humanidad que todos compartimos..
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Letty sentía por el clero un respeto anticuado que ya parecía en desuso en los años setenta, cuando en repetidas ocasiones había constatado en primera persona que, en muchos aspectos, eran igualitos al resto de los hombres, o incluso más
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Se mudaría (como es natural) a vivir con Marjorie en el campo tan pronto como pudieran organizarlo
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Al parecer hay otra mujer..., la encargada de una residencia de ancianos. Dicho de ese modo, sonaba fatal, y que hubiera «ancianos» involucrados, aunque fuera de forma indirecta, era particularmente preocupante
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Edwin se decantó por el fiambre de cerdo y el estofado de ternera; Letty, por las gambas y los melocotones en almíbar; y Norman, por las sardinas, las alubias blancas y los macarrones con queso
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Muy bien —señaló Norman—, no vayas a hacer nada que no quieras, ni dejes que nadie te diga lo que debes hacer. Decide por ti misma. Al fin y al cabo es tu vida
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Dos mujeres que trabajaran juntas en una oficina, pensó, aunque no se hicieran amigas íntimas, sentirían algún tipo de vínculo especial que las unía: toda la monótona rutina, las pequeñas desavenencias y la irritación que ambas sentían por los hombres
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Por supuesto, estaba en lo cierto. La casa de Marcia, con su pintura descascarillada verde y crema, sus laureles polvorientos y sus cortinas deslucidas
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Pero nadie les preguntó nada y, desapercibidos, regresaron a su despacho