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Eterna Cadencia

Eterna Cadencia
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Eterna Cadencia es una editorial argentina.
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    Este libro reúne las cuatro clases que Ricardo Piglia dictó en el programa homónimo de la TV Pública en el año 2013.
    Si bien Piglia se detiene en varios aspectos biográficos de Borges tales como su linaje familiar, los distintos trabajos que tuvo, su vínculo con los premios literarios, con otros escritores e incluso con la industria editorial, su verdadero interés radica en la producción escrita de Borges. Así, selecciona un corpus de textos borgeanos paradigmáticos, desde aquellos protagonizados por cuchilleros hasta los más fantásticos, y los lee y analiza con un estilo que le es característico y que le permite moverse en un programa de televisión como si estuviera en un aula universitaria. También se reproducen las conversaciones que Piglia mantuvo con varios invitados, entre ellos María Pía López, Germán Maggiori, Luis Sagasti y Horacio González.
    Se suma a esta edición un anexo que contiene una entrevista inédita a Borges realizada por Piglia y Mario Szichman, las anotaciones que el mismo Piglia hizo a los guiones de las clases, los programas de los seminarios que dictó sobre Borges en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad de Princeton y fotografías.
    Borges por Piglia se vuelve un libro fascinante e ineludible para quien quiera indagar y reflexionar sobre la literatura, la política y la sociedad.
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    Si hay algo que caracteriza a los personajes de estos relatos es la firmeza y la convicción con las que se aferran a la vida. De una u otra manera, todos están atravesados por la inmigración y sus derivas más crueles, aunque también por momentos luminosas. Un boxeador fracasado termina esculpiendo uñas en el negocio de su hermana; una niña esconde las comunicaciones del colegio para no poner en evidencia que sus padres desconocen la cultura y el idioma del país al que acaban de mudarse; dos pequeños hermanos esperan con ansias que llegue esa única noche al año en la que recorren el barrio disfrazados de fantasmas y, sin saber bien por qué, reciben golosinas gratis; una mujer mantiene un amorío con un hombre cuarenta años menor.
    Idiomas, usos y costumbres, paisajes y recuerdos se entrecruzan con nostalgia y humor en Cómo pronunciar cuchillo, el primer libro de relatos de la escritora Souvankham Thammavongsa, un referente ineludible a partir de hoy de la literatura canadiense contemporánea.

    Thammavongsa escribe con precisión profunda y una templanza silenciosa, desapegada y emocionalmente devastadora. No hay ni un instante de más en estas historias movilizantes.
    Sheila Heti
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    Los cuentos que componen Caballo de verano están divididos en dos partes que pueden vincularse con dos gestos bien diferenciados. Hacia el interior del libro, marcan dos zonas espaciales: una que responde a una estética propia del campo argentino, reconocible en sus siestas y en sus áridos caminos, y otra que atraviesa estos límites y se interna en la urbanidad, inclusive en ciudades muy lejanas. Hacia el exterior del libro también marcan dos zonas, pero en este caso temporales: los cuentos de la primera parte fueron escritos a lo largo de varios años mientras que los de la segunda parte son más recientes.
    Una joven que sueña, cuando hace las tareas de la casa, con ser parte de la telenovela que ve a diario; dos amigos que viven diferentes aventuras una calurosa tarde de verano mientras roban duraznos del campo vecino; o el trasfondo de la vida de una pareja donde late un secreto desgarrador son algunas de las historias que Hernán Ronsino construye en este libro con una mirada tan apacible como precisa que lo confirma como uno de los escritores más potentes y cautivadores de la literatura argentina de los últimos tiempos.
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    «Lo que le reprochamos [a Flaubert] es no haber sabido darles interés verdadero a ninguno de sus personajes. Madame Bovary resulta repelente, y Monsieur Bovary, Monsieur Homais, Monsieur Rodolphe y Monsieur Léon son todos repelentes, muy comunes, almaceneros, burgueses. Es la vida,
    dirán; peor para ustedes si es así; yo prefi ero la vida de una novela bien falsa, bien fantástica, llena de imaginación y de quimeras, en la que encuentre con felicidad, si no el mundo que me rodea, al menos los sueños que me consuelan».
    Anatole Claveau, Courrier franco-italien, 1857

    «No hay calificación, no hay crítica para las obras de este tipo.
    El arte cesa en el momento en que nos invade la basura. Ha sido necesario el espantoso desarreglo de los espíritus, su libertinaje, su insolencia, sobre todo su incurable estupidez, para que un hombre que lleva un nombre recomendable e ilustre, según dicen, haya osado reivindicar públicamente el honor que puede conferir una publicación tal».
    León Aubineau, L'Univers, 1857
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    Me quedaba un rato largo mirando por la ventana. Se escuchaba el ruido de los teros y el canto de algún chingolo perdido. Los peones limpiaban monturas o fumaban cigarros. En el campo, la oscuridad nace del suelo. Y esta situación es fatal para el espíritu.

    Una mujer está detenida en una comisaría. Su templanza desconcierta a los agentes que la rodean, pero a su vez le permite tener la valentía necesaria para hacer su declaración allí mismo y no en el juzgado. Así comienza un relato tan descarnado como atrapante, en el que se cruza su genealogía familiar –es la cuarta generación de argentinos–, con la historia del país. Hija única de un hacendado amante de los caballos y de una mujer dedicada a la vida doméstica, pasa sus primeros años, sin mayores sobresaltos, en una estancia de un pueblito de la llanura pampeana. Es una niña amorosa, mimada por todos, y tempranamente manifiesta un interés particular por el arte. Hasta que una inundación inaudita acarrea consecuencias inesperadas para toda la familia y debe mudarse a Buenos Aires.
    Jorge Consiglio revisita, y también expande, la clásica oposición campo-ciudad y, en ese gesto, encuentra un terreno fértil para explorar los límites del realismo y de la tradición literaria argentina. La Circunstancia, escrita con un estilo audaz y certero, ilumina zonas de la historia de un país que parecían saldadas, pero que en verdad están más vivas que nunca.
    Eterna Cadenciatilføjede en bog til boghyldenEterna Cadenciafor 7 måneder siden
    La costumbre es como esos caminos que se hacen a fuerza de pasar una y otra vez pisando el pasto y los yuyos, abriéndolos a los costados de ese lugar donde de a poco aparece la tierra, y así, en donde antes uno podía dibujar un recorrido a su antojo, de repente, parece imposible tomar un rumbo que no sea el de las propias huellas.

    En vez de viajar en subte como hace todos los días a la salida de la oficina, Juan decide caminar. Este acto insignificante despierta una serie de preguntas inesperadas sobre su trabajo, su matrimonio, su perro, los fines de semana dedicados a sus suegros. Sara compra un terreno en el que proyecta su mayor sueño: tener una casa construida con sus propias manos. En medio de un retiro, la alumna Kamiya aprovecha la oportunidad para inmiscuirse por los pasillos del convento y en una de sus salas descubre una Enciclopedia Universal del Arte.
    En cada uno de los trece cuentos que componen este libro, sobrevuela la figura del koan, esa historia breve propia de la filosofía zen que propicia una mirada no convencional sobre la realidad, un punto de vista no habilitado por el sistema. Y esto se debe a la contemplación sosegada, característica de la escritura de Alejandra Kamiya, que transforma los hechos y los objetos más cotidianos, desde la descripción de la cocción de un pan hasta la intimidad de una pareja o la muerte de un padre, en pequeñas odas a la belleza y a la vida.
    A esta nueva edición de El sol mueve la sombra de las cosas quietas se le suma un breve texto inédito: una reflexión amorosa que Alejandra Kamiya construye en torno al poema “One art”, de Elizabeth Bishop.
    Eterna Cadenciatilføjede en bog til boghyldenEterna Cadenciafor 7 måneder siden
    Hay muchas cosas que no tienen nombre. Ciertos momentos del día, como aquel rojizo entre la tarde plena de luz y la noche, ciertos gestos, ciertos ritmos, algunas partes del cuerpo, algunos colores como verdes que no
    son ni agua ni musgo

    Amanece, una mujer prepara un desayuno perfecto para su marido y su hijo, pero las cosas nunca son lo que parecen y el horror aguarda pacientemente para mostrar su peor cara. Un intercambio epistolar a lo largo de los años mantiene vivo el vínculo entre dos mujeres que se conocen de una manera tan entrañable como solo la verdadera amistad lo hace posible. En medio de una guerra, un soldado japonés cumple sin objeciones una orden tan precisa como incomprensible mientras descubre que la manera en que medimos el tiempo no necesariamente es siempre acertada. Fragmentos de una larga conversación entre una empleada doméstica y su empleadora sugieren mucho más que lo que dicen, aceptan mucho menos de lo que denuncian.
    Los cuentos que componen este libro, el primero que publicó Alejandra Kamiya, pronostican lo que será un estilo con marca propia, tan despojado como potente, tan sereno como sorprendente.
    Los árboles caídos también son el bosque se ha convertido en un libro ineludible de la literatura argentina contemporánea, al que hoy se le suma un breve texto inédito de Kamiya: Sobre Niimi Nankichi.
    Eterna Cadenciatilføjede en bog til boghyldenEterna Cadenciafor 10 måneder siden
    En ocasiones, luego de la muerte de un autor lo que no publicó en vida nunca verá la luz. Ya sea porque los herederos guardan celosamente sus papeles y archivos digitales, o porque lo encontrado no tiene la relevancia suficiente para convertirse en un futuro libro, o porque el escritor se encargó de destruir todo antes de su muerte, entre tantas otras posibilidades. Ninguna se corresponde con el caso del escritor y artista Édouard Levé. Fallecido en 2007, a la edad de 42 años, dejó en sus archivos un gran número de textos inéditos, tan potentes como perturbadores.
    Estos escritos, traducidos por primera vez al castellano, reflejan –como la bola de discoteca que era uno de sus objetos favoritos— la variedad de géneros literarios en los que emergen las obsesiones de Levé: un capítulo de una novela inconclusa que transcurre en Estados Unidos; entradas para un proyecto de diccionario; crónicas de paseos por París; textos autobiográficos; poemas y canciones; breves ensayos.
    Inéditos se vuelve un libro imprescindible tanto para quienes quieran ahondar en la producción de Édouard Levé como para quienes deseen acercarse por primera vez a la obra de un artista inclasificable.
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    Hay algo de equívoco en cualquier consideración que se haga sobre la cuestión de la ciudad en Benjamin, porque Benjamin no ha construido un único modo de pensar las ciudades, ni tampoco se ha ocupado de una única ciudad. Esa tendencia a la unificación implica fatalmente una simplificación del asunto.
    Por lo general, cuando se habla de la obra de Walter Benjamin aparecen inevitablemente determinadas nociones como la del flâneur, o la del fin de la experiencia, o la del shock, propias de los textos que escribió sobre París. Sin embargo, si bien los escritos parisinos son centrales en sus teorizaciones, no son los únicos ni son homogéneos.
    A partir de una inteligente y minuciosa relectura de las preocupaciones estéticas y políticas de Benjamin, Martín Kohan arma un mapa que une cuatro puntos cardinales fundamentales en la vida y los textos de este filósofo clave del siglo xx: París, Moscú, Nápoles y Berlín. Justamente recorriendo este mapa, Kohan reflexiona sobre los cafés, la experiencia, la tecnología, el exilio, los amores, la infancia y construye un libro imprescindible no solo para analizar el pensamiento benjaminiano, sino sobre todo para repensar la ciudad en nuestros días.
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    Es posible que ustedes hayan oído hablar de nosotros. Sin embargo, no saben quiénes somos realmente. Eso no es bueno. No conocen nuestra floresta ni nuestras casas. No entienden nuestras palabras. Así que es posible que acabemos muriendo sin que lo sepan.
    Davi Kopenawa
    Los yanomami, uno de los pueblos indígenas de la Amazonia, habitan la zona a ambos lados de la frontera entre Brasil y Venezuela. Hoy es un territorio devastado por la minería ilegal, la indiferencia estatal y las enfermedades que los llevan a vivir situaciones de explotación y violencia.
    Durante más de cuarenta años, el antropólogo Bruce Albert y el líder yanomami Davi Kopenawa construyeron una amistad entrañable y poderosa. Producto de estos tiempos compartidos son los textos de este libro, junto con ilustraciones del propio Kopenawa y otros miembros yanomami y fotografías tomadas por artistas como Claudia Andujar, entre otros. En algunas ocasiones, estos materiales recorrieron el mundo a través de diversas exposiciones realizadas por la Fundación Cartier para el arte contemporáneo.
    El espíritu de la floresta nos acerca el testimonio urgente de una comunidad que nos comparte sus costumbres chamánicas ancestrales, su visión cósmica de la vida y la muerte, su manera de habitar un territorio sin devastarlo. Y sin buscarlo nos interpelan a explorar una salida alternativa, fuera de todo programa conocido.
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    A veces, cuando me habían acostado en una montaña de ásperos sobretodos, al escuchar esas voces alrededor de la mesa –seguían discutiendo (solo que yo no podía entender el porqué del griterío, si el volumen era porque estaban enojados o si se reían)— me despertaba en la habitación de Honey. ¡Qué maravilla las cosas que podían pasar! Me habían llevado en brazos mientras dormía y yo ni me había dado cuenta.

    La joven Esti recuerda en Dios los cría momentos inolvidables de su infancia y va armando una genealogía amorosa llena de escenas ruidosas, confusiones, peleas, pero también mucho humor. Y se detiene en la figura de su abuelo, un inmigrante de Odessa que cruzó el Atlántico en búsqueda del sueño americano.
    En El viejo bromista, una joven madre soltera regresa a su casa luego de una salida al ballet con un nuevo amigo. Mrs. Cheatham, la niñera de su pequeño hijo, la espera con la casa ordenada y tranquila. Es una noche fría, no para de nevar, y cada uno de estos cuatro personajes va a formar una suerte de caleidoscopio en el que se desplegarán, lentamente, los sueños, las opiniones y los sentimientos de cada uno.
    En La vida que me diste, una mujer de mediana edad recibe una llamada: su padre se cayó de una escalera y está gravemente herido. En medio del shock por la noticia empiezan a surgir, irrefrenables, viejos recuerdos, peleas, esas cosas que no nos animamos a decir y ya puede ser tarde, esas cosas que nos arrepentimos de haber dicho pero ya no hay tiempo para pedir perdón.
    En estas nouvelles que componen Cosas que vienen y van, Bette Howland, escritora largamente olvidada, explora la intimidad de tres mujeres tan diferentes como cercanas, y construye un libro potente y entrañable que nos recuerda la importancia de los vínculos y el ineludible paso del tiempo.
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    La antigua crítica los asqueaba, quisieron conocer la nueva y se hicieron enviar las reseñas de las piezas en los diarios.
    ¡Qué aplomo! ¡Qué terquedad! ¡Qué falta de probidad! ¡Ultrajes a las obras maestras, reverencias
    para las banalidades, y las burradas de los que pasan
    por sabios, y la estupidez de los otros, a los que se proclama espirituales!
    ¿Habría tal vez que remitirse al público?
    Pero las obras festejadas muchas veces les desagradaban, y en las silbadas algo les agradaba.
    A diferencia de otros libros, que se leen sin dificultad, Bouvard y Pécuchet es una novela que fue construyendo poco a poco a sus lectores.
    Pero también podría decirse que, en paralelo, generaciones de lectores
    fueron construyendo su importancia e imponiendo la idea de que se trata
    de un libro del todo singular dentro de la historia de la literatura mundial.
    Entre otras razones, porque a ella se le puede aplicar el planteo que Michel
    Foucault formuló para La tentación de San Antonio: se trata de un libro
    escrito sobre la base de una biblioteca.
    Jorge Fondebrider
    Hay, tal vez, otra clave. Para escarnecer los anhelos de la humanidad,
    Swift los atribuyó a pigmeos o a simios; Flaubert, a dos sujetos grotescos.
    Evidentemente, si la historia universal es la historia de Bouvard y de Pécuchet, todo lo que la integra es ridículo y deleznable.
    Jorge Luis Borges
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    Querida Margo:
    Veinticinco días de huelga de correo nos están dando a los argentinos una visión del mundo como desde las trincheras. Es desde ellas que te mando unas líneas aprovechando algún mensajero artesanal que sale de nuestras lejanas fronteras.

    Querida Tamara:
    Me da mucho gusto oír de ti y ver tus letras. A veces me enoja que no escribas más que direcciones maravillosas pero comprendo, cuando recuerdo tus libros, que eres muy sobria, lo contrario de mí, y me consuelo.

    Margo Glantz y Tamara Kamenszain se conocieron en 1979, cuando Tamara y Héctor Libertella se exiliaron en México, y se hicieron muy amigas. Tanto que la relación continuó durante varias décadas en las que se encontraron de manera salteada en distintas circunstancias y países.
    Estas cartas muestran ese período de no verse y, sin embargo, querer comunicarse, saber de la otra, comentar sus escritos, mantener el diálogo encendido. Abarcan desde 1984, cuando Tamara retorna definitivamente a Argentina, hasta 1997, cuando el intercambio material se reemplaza por el correo electrónico.
    Esta correspondencia es el testimonio de una relación de afecto y confianza entre dos escritoras latinoamericanas fundamentales y de cómo sus vidas y sus obras estuvieron entrelazadas. Como un mosaico de sus universos, en las cartas descubrimos pequeñas críticas literarias, definiciones sobre el matrimonio, quejas sobre la dificultad de vivir de la escritura, pero sobre todo la enorme vitalidad de dos mujeres que criaron hijas e hijos a la par que escribieron textos clave de la literatura de este continente.
    Ya te llegará es también una activación del pasado y un deseo a futuro: que este diálogo dure para siempre y se renueve, igual de chispeante, en cada nueva lectura.
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    Hay que pasar el tiempo de la espera. Como si el nuestro cuerpo se empastara con el río y no hubiese más que mirar: están las olas y los jirones de camalotes y los remos que descansan en los nuestros muslos y La Almiranta que añuda las sus velas para dejarse estar.
    Ante la hambruna y la escasez de la pesca, todo un pueblo decide partir en expedición en busca del pez dorado y se aventura por el río Paraná. Comandados por la Mansa, recorren diferentes costas en las que intentan establecerse. Cuando la última esperanza parece agotarse, la voz de Mandarino, Cronista Mayor del Desamparo y Cartógrafo de una Sola Línea, cobra una fuerza inusitada que permite ver futuro a pesar del frío y del desasosiego.
    Ezequiel Pérez se apropia de los tópicos característicos de las crónicas de indias para fundar un nuevo territorio y escribir un relato decididamente singular. Con una sintaxis trastocada que inventa una nueva lengua, se detiene en los vínculos que se construyen hacia el interior de un grupo de personas que en apariencia solo comparten la búsqueda de un lugar donde asentarse y paliar las necesidades más básicas, mientras se reconocen en la belleza que habita en el paisaje.
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    Suspender el cielo es expandir los horizontes de todos, no solo de los humanos. Se trata de una memoria, una herencia cultural de la época en que nuestros ancestros estaban tan armonizados con el ritmo de la naturaleza que solo necesitaban trabajar unas pocas horas del día para proveerse de todo lo que se necesitaba para vivir. Todo el resto del tiempo uno podía cantar, bailar, soñar: lo cotidiano era una extensión del sueño. Y las relaciones, los contratos tejidos en el mundo de los sueños, continuaban teniendo sentido después de despertar.

    Ailton Krenak, filósofo, líder indígena y una de las voces más reveladoras del pensamiento latinoamericano contemporáneo, sostiene que despertar del coma de la modernidad es despertar a la posibilidad de volver a sumergirse en el sentido cósmico de la vida. A través del proyecto occidental moderno, hemos masacrado la Tierra, la hemos “desgarrado”, la hemos arrasado, y con ella, a nosotros mismos. Recuperar el sentido cósmico de la vida es recordar que «la vida se mueve a través de todo” –piedras, montañas, ríos, plantas, animales, insectos, antepasados— y que la vida es “atravesar el organismo vivo del planeta a escala inmaterial”.
    La vida no consiste en lo que somos capaces de planificar y organizar en un calendario, tampoco en trabajar lo suficiente para poder descansar, ni en convertirse en una persona realizada con una educación certificada y un gran salario.
    La vida, para Ailton, es sostener el tejido que conecta a los seres visibles e invisibles de este cosmos. Un tejido violentado desde hace demasiado tiempo y que nos demanda, de forma urgente, que nos involucremos; porque “la vida es trascendencia” y no puede hacerse útil dentro de la lógica utilitaria de la habitabilidad colonial del planeta.
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    No es raro en absoluto que estemos esperando pasar la página tan fervorosamente. Como si en efecto fuera cuestión de vida o muerte. Vida o muerte. Pasar las páginas. Cuando pasamos de página volvemos a nacer. Vivir y morir y vivir y morir y vivir y morir. Una y otra vez. Y la verdad es que así tiene que ser. Así es como se debe leer. Sí. Sí. Pasar las páginas. Pasar las páginas. Con alma y vida.

    En una escuela de un pueblo cercano a Londres, una joven esboza sus primeras historias en las últimas páginas de un cuaderno de ejercicios como una vía de escape al tedio de las clases, del mundo en general. La chispa de la escritura prendió en ella y así se lo hace saber su profesor de Literatura. No hay escritura sin lectura, y la narradora recuerda las biografías de estrellas de Hollywood de las que su abuela era fanática y los libros de Roald Dahl que le leía su madre.
    Mientras prepara sus exámenes preuniversitarios, trabaja en un supermercado, en la caja 19. Un ruso grandote, que siempre despliega la misma rutina exótica para hacer sus compras, un día le regala un ejemplar de Más allá del bien y del mal.

    Bennett construye en Caja 19 una historia tan atrapante como inolvidable, que se desarrolla en paralelo a una suerte de lista de libros que no para de crecer y se va convirtiendo en el espejo de una vida, esfumando los límites entre libros y lectores. Claire-Louise Bennett escribe como nadie más. Es un talento raro. Y Caja 19 es una novela magistral. Karl Ove Knausgard
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    ¿Cuántas lenguas fueron registradas a lo largo de la historia de la humanidad? ¿Cuántos colores distintos nombran esas lenguas?
    ¿Cuántos tiempos verbales utilizan? ¿Tienen un alfabeto? ¿Cuántas
    son lenguas vivas hoy?
    Luis Sagasti compone un libro inclasificable e hipnótico en el que relata historias mínimas, de esas que dejan su huella en el
    tiempo, como las canciones que al atardecer entonaban los soldados
    de ambos bandos en las trincheras de la Primera Guerra, o las
    biografías de ignotos colaboradores en la producción de enciclopedias
    y diccionarios, o los registros de los últimos hablantes de una
    lengua, o la correspondencia frenética entre traductores que juegan
    a traducir un cuento del inglés al español y de nuevo al inglés y otra
    vez al español y así hasta, casi, el infinito.
    Muchas veces son historias sobre objetos conocidos, pero
    descriptos desde una perspectiva diferente, como un cuadro de Matisse, una entrada de diario de Agota Kristof, una melodía de Nick Drake; otras, son escenas privadas, como el recuerdo de la caligrafía
    de la infancia, un lenguaje inventado y secreto o el intento
    por recuperar el sonido de la voz de alguien que ya no está, pero a quien seguimos escuchando.
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    Toda la oscuridad del mundo cabe en una habitación pequeña. Porque la oscuridad no deja intersticios como dudas. No distingue entre rincones o espacios abiertos, no hay para esa boca nada demasiado ínfimo ni demasiado grande. Es de lo que no tiene medida, como Dios o el miedo. Una mujer convive pacíficamente con un mono hasta que llega la noche y los límites se difuman, el peligro acecha. Un grupo de perros hace su paseo cotidiano de la mano de su cuidadora. Mientras caminan conversan entre ellos: sobre las repeticiones, sobre la memoria, sobre la muerte. A partir de una misma tristeza compartida, dos músicos logran una armonía perfecta, como si el destino ineludible de un piano y un violín fuese esa única unión. Frente a la posibilidad de adoptar una mascota, una mujer duda, se siente vieja, pero recuerda en una suerte de catálogo entrañable a todos los perros que la acompañaron a lo largo de su vida. Quizás todavía sea posible un nuevo comienzo. Alejandra Kamiya, artífice de una de las estéticas más potentes de la literatura argentina contemporánea, construye una colección de relatos que indagan sobre el vínculo entre lo animal y lo humano, entre lo cotidiano y lo onírico, entre lo dicho y lo sugerido. Y es precisamente en esos intersticios donde su estilo explota, pero no pomposamente, sino con la modestia certera de la gota de agua que va horadando toda superficie, sobre todo las de papel.
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    No tenía muchas ganas de contarle a ese grupo de desconocidos la ansiedad con que me había deglutido una botella entera de píldoras para dormir; o los lapsos considerables de tiempo que me había pasado entregada a fantasías furibundas con la mejilla apoyada en las puertas grasientas de hornos de gas apagados. No tenía ganas de contarles nada. Podía explicárselos, está bien, pero me llevaría mucho tiempo. Mi vida entera. Podía sentirla detrás de mí, sumergida, como un iceberg.
    Una mañana de 1968, Bette Howland se despierta y no sabe dónde está. Días atrás intentó quitarse la vida ingiriendo un frasco de pastillas para dormir. Estaba en el departamento de Saul Bellow, con quien tuvo un breve romance que terminaría convirtiéndose en una entrañable amistad durante más de cuarenta años.
    Como tantas mujeres a lo largo de la historia, Howland se sintió abrumada frente a la crianza, prácticamente sola, de dos niños pequeños, una serie de trabajos precarios, un catálogo de mudanzas y la imposibilidad de tener un cuarto propio en donde poder dedicarse a la escritura.
    S-3 es una radiografía contundente de la sala psiquiátrica en la que la escritora pasó una temporada. Allí aprendió a convivir con médicos residentes que pocas veces la escuchaban, muchas menos la comprendían, y con otros pacientes con los que rápidamente se sintió unida por una suerte de eslabón común, todos querían terminar con todo: con la mirada acusatoria de los demás, con los secretos familiares, con el peso de un mundo que por momentos se volvía un lugar injusto e inhabitable.
    Con una sensibilidad pocas veces vista, Howland indaga en los alcances y los límites de la locura y nos muestra que las fronteras son, por lo general, mucho menos nítidas de lo que pensábamos.
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    Mi padre siempre decía, a modo de consejo, que la vida es una escalera, el secreto más difícil de aprender es saber cuándo y cómo pisar el siguiente escalón y que, en lo posible, sea el de arriba. Por eso eligió la guita y no la música. Juan Sebastián Lebonté es músico, no por vocación sino por prepotencia paterna. En una de sus giras por pequeños pueblos de Europa del Este, recibe la noticia de que su padre ha muerto y decide regresar a Buenos Aires. Cuando llega el momento de hablar de la herencia, Juan se entera de que su padre, quien consiguió una muy buena posición económica durante los años setenta, solo le dejó un campito en el conurbano, por la zona de la estación de tren de Paso del Rey, que nadie en la familia recuerda. Hernán Ronsino, una de las voces más potentes de la literatura argentina contemporánea, construye una novela atrapante que indaga en el vínculo padre-hijo, en los secretos familiares y también en la posibilidad de encontrar una grieta que permita no repetir la misma historia, una suerte de fuga.
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