Carta de Mariana Alcoforado (“Cartas de la monja portuguesa")

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En Epistolar publicamos muchas cartas contemporáneas, de personajes que son fácilmente identificables por todos. Pero también nos gustan las históricas, de un pasado que, de alguna forma, conversa con este nuestro presente.

La carta de hoy tiene poco más de 350 años. En 1669, apareció en París un pequeño libro llamado “Cartas portuguesas”, que contenía cinco misivas atribuidas a una mujer llamada Mariana Alcoforado.

Cuando era apenas una adolescente, ella se convirtió en monja de clausura por deseo de su padre. Un día, se enamoró del conde Noël Bouton de Chamilly al verlo desfilar a caballo. Incluso el hermano de la religiosa facilitó el encuentro.

La historia de amor no dejó demasiada tela para cortar. Al menos no para el soldado francés. El conde la sedujo, la enamoró y, sin demasiado aviso, partió a Francia. Pero por suerte quedan las cartas. Los textos se convirtieron en un documento imperecedero de ese amor ilícito, de ese fuego que salía del encierro... Y tuvieron tanto éxito que llegaron a influir en autores como Stendhal y se convirtieron en modelo para manifiestos feministas..

Acá va una carta pionera. Un auténtico brevario del amor. Lee la actriz, guionista y productora Natalie Smith.

***

Oh! ¡Pobre de mí! ¡Soy digna de lástima por no poder compartir mis penas contigo y verme sola, completamente sola, ante tanta desventura!

Este pensamiento me mata y muero de terror de pensar que jamás hayas gozado lo suficiente de nuestros placeres. Ahora sí conozco la falsedad de tus sentimientos. Me engañaste cada vez que me dijiste que tu mayor placer era estar a solas conmigo. Debo sólo a mis impertinencias tus desvelos y arrebatos.

A sangre fría te hiciste el propósito de iniciar este incendio en que me abrasaste toda. No consideraste mi pasión sino como una victoria, sin que jamás tu corazón hubiera sido conmovido entrañablemente.

¿Serás tan infame y tan indelicado, como para nunca haber sabido gozar de mis éxtasis? ¿Y cómo es posible, si no fuese así, que con tanto amor no hubiera podido hacerte completamente feliz?

Lloro sólo por el amor que te tengo, las delicias infinitas que has perdido... ¿Por qué fatalidad no quisiste disfrutarlas? ¡Ah! Sí conocieses esas delicias, hallarías, sin duda, que son más que la satisfacción de haberme engañado. Te habrías dado cuenta de que somos más felices y más tiernos amando ardientemente… que siendo amados.
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Epistolar
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Epistolar
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2022
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