Vivian Mansour

Sí dolía, pero se trataba de un dolor diferente al que me infringía cuando me cortaba. Cuando lo hacía, era un dolor que rasgaba mi corazón y que, al mismo tiempo, me liberaba de sentir otros. En cambio esto era solo un dolor.

A la gente la apreciaban por su dinero, por sus coches, por sus casas, por sus tarjetas de crédito y nunca por sus mascotas, sus aficiones o sus amigos.

Entendí que había muchos tipos de familia. Desde luego no tienen que ser papá, mamá e hijos.
Eso sucedía entre ellos dos, pero lo que nos unía a todos los demás era algo diferente y nuevo para mí: nos unía la supervivencia.
Todos buscábamos sobrevivir costara lo que costara: mintiendo, engañando o robando. Dominaba, como dicen, la Ley de la Selva… o mejor dicho, la Ley de la Basura.

Me puse a pensar que si mi amigo, teniendo por padre a un payaso malgeniudo, no se tomaba las cosas tan en serio, entonces yo no debería avergonzarme por las excentricidades de mi papá, mamá, hermana y abuela.

Fue entonces cuando, milagrosamente, ya no me dio vergüenza… ¡Me dio risa! ♦

¿Por qué este álbum es la cosa más triste?
Le respondí:
–Porque ya no hay nadie que lo vea

Me puse a pensar que si mi amigo, teniendo por padre a un payaso malgeniudo, no se tomaba las cosas tan en serio, entonces yo no debería avergonzarme por las excentricidades de mi papá, mamá, hermana y abuela.