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Mia Sheridan

  • Nicoll Sosahar citeretfor 10 måneder siden
    —¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté.

    —No te gustan las tormentas.

    Lo miré de lado, confundida.

    —¿Has andado casi dos kilómetros bajo la lluvia porque no me gustan las tormentas?

    Él dudó durante un segundo y giró la vista hacia otro lado, frunciendo un poco el ceño. Luego se volvió hacia mí.

    —Sí. —Hizo una pausa en la que esbozó una mueca avergonzada —. Sé que seguramente soy la última persona que quieres ver en este momento, pero se me ocurrió que, si me quedaba sentado en el porche, estarías menos asustada. Y no estarías sola.

    ¡Oh, Dios!

    No pude evitarlo, hice un puchero y empecé a llorar.

    😳😭 No esperes nada menos que esto

  • Nicoll Sosahar citeretfor 9 måneder siden
    Ya sabía que el día que entraste en mi casa perdí mi corazón. Y no, no podría haber sido ninguna otra chica, porque debías ser tú. Mi corazón es tuyo, Bree. Y, por si te lo estabas preguntando, no quiero que me lo devuelvas.
  • Dannahar citeretsidste år
    mientras yo fingía secar los cubiertos, ya secos.
  • Dannahar citeretsidste år
    —Eres la cosa más bonita que he visto en mi vida —me dijo con una pequeña sonrisa.
  • Dannahar citeretsidste år
    —Eres todo mi mundo, Bree.
    Me incliné y miré su rostro en la penumbra. ¿Cómo era posible que pareciera feliz y triste a la vez?
    —Y tú eres el mío, Archer —aseguré—. Lo eres todo. Y ahora —añadí, medio dormida—, cuando haya una tormenta, pensaré en ti y solo en ti.
  • Dannahar citeretsidste år
    Mi sanador herido, mi precioso Archer.
  • Dannahar citeretsidste år
    —Te quiero tanto que me duele —confesó. Y parecía realmente afligido.
    Sonreí con ternura mientras le ponía la mano en la mejilla. Él volvió a cerrar los ojos antes de que la retirara.
    —El amor no tiene que doler.
  • Dannahar citeretsidste år
    La cogí de la mano y tiré de ella hasta que aterrizó en mis brazos. La besé en los labios, enamorándome de ella una vez más, igual que seguía haciendo mil veces cada día.
    Aquella noche, hacía ya cuatro años, cuando Bree caminó hasta el altar de la iglesia de Pelion del brazo de Norm, había prometido que la amaría siempre, solo a ella, y lo había dicho desde el fondo de mi alma.
    E incluso ahora, con aquella vida tan alocada y ruidosa, con mi propio trabajo y la floreciente empresa de catering de Bree, cada noche antes de dormirme, me giraba hacia mi esposa.
    —Solo tú, siempre tú —le decía en silencio, y su amor me envolvía en la quietud, anclándome a ella y recordándome que las palabras más importantes son las que vivimos.
  • Dannahar citeretsidste år
    Me dirigí al cuarto de baño, donde cogí una toalla y un peine que coloqué junto al fregadero al volver a la cocina. Le dije que se sentara y le puse la toalla sobre los hombros.
    Empecé a preparar el pelo, concentrándome en medir los mechones. Él me había dicho que podía hacer lo que yo quisiera, y se lo iba a dejar muy corto. Quería verle la cara, y tenía la vaga sospecha de que usaba el pelo para esconderse. ¿Era mi labor despojarlo de esa protección? No. Pero me había dado permiso para ello, e iba a aprovecharme. Si no le gustaba, podía dejárselo crecer.
    Dejé el peine a un lado y utilicé los dedos para peinar el sedoso cabello oscuro antes de usar las tijeras. Pasé despacio las manos entre los mechones, algo ondulados, y la sensación fue tan íntima y sensual que se le aceleró el pulso. Me moví alrededor de su cuerpo, cortando primero por detrás y luego por delante. Cada vez que pasaba la mano lentamente por su cuero cabelludo, Archer se estremecía. Me incliné hacia él mientras trabajaba con su pelo, inhalando el olor a champú y a limpio. Olía a jabón, pero también había una nota almizclada y masculina que hacía que mi vientre se tensara de deseo.
    Mientras me movía delante de él, alisándole el pelo por la frente, bajé la mirada a su rostro y sus ojos se encontraron con los míos justo antes de que los cerrara con fuerza. Parecía casi dolorido, y eso hizo que se me encogiera el corazón. ¿Es que nadie le había mostrado ternura desde que murió su madre?
  • Dannahar citeretsidste år
    Seguí con mi tarea, y cuando me incliné para dar forma al cabello por encima de sus orejas, contuve la respiración. Volví a buscar su rostro con la vista. Tenía las pupilas un poco dilatadas y los labios separados. Se me endurecieron los pezones por debajo de la camiseta, y Archer abrió mucho los ojos cuando los clavó en mi pecho. Lo vi desviar la vista, con los pómulos rojos, y apretar los puños sobre los muslos marcados.
    Me incliné sobre él para cortar un poco más, casi rozándole la cara con mis pechos. Noté que respiraba hondo y que jadeaba, rompiendo el silencio reinante en la cocina con sus rápidas inspiraciones. Bajé la vista mientras me incorporaba y percibí su erección, gruesa y dura, a través de los pantalones.
    Me moví con rapidez detrás de él y trabajé su pelo un poco más, tratando de mantener mi propia respiración bajo control. Noté que se me nublaban los ojos; esperaba estar haciéndolo bien. No podía concentrarme, solo sentía la humedad que se instalaba entre mis muslos. Estaba tan excitada que apenas podía soportarlo; su cercanía, las sensaciones que me embargaban al tocarlo y la certeza de que él también lo notaba actuaban como un afrodisíaco. Nunca hubiera pensado que podría excitarme con tanta rapidez por culpa de un maldito corte de pelo. Pero estaba claro que a él también le ocurría.
    Mientras lo rodeaba hasta detenerme de nuevo frente a él, noté que estaba temblando.
    —Listo —susurré—. Ya he terminado. Te ha quedado muy bien, Archer. —Me arrodillé delante de él y tragué saliva cuando lo pude apreciar por completo.
    Dejé las tijeras en la encimera, detrás de mí, y me di la vuelta, para acercarme a él todo lo que podía. Notaba el fuerte latido de mi corazón en los oídos y entre las piernas. Lo miré, bajé la vista a sus labios; él también observó los míos. ¡Dios! Tenía tantas ganas de que me besara que me dolía.
    Él me observó con intensidad y tragó saliva. Su nuez subió y bajó por la garganta, tirando de la cicatriz. Mientras seguíamos mirándonos, la incertidumbre se abrió paso en su expresión y cerró los puños con más fuerza sobre los muslos.
    De pronto, deslizó la silla hacia atrás y se puso en pie, sorprendiéndome.
    —Tienes que irte —dijo.
    —¿Irme? —pregunté—. ¿Por qué? Archer, lo siento, si he hecho algo que…
    Dijo que no con la cabeza, y me fijé en el alocado palpitar del pulso en su cuello.
    —No, no has hecho nada, es que tengo… cosas que hacer. Tienes que marcharte. —Respiraba con dureza, como si acabara de recorrer cinco kilómetros. Jamás lo había visto tan agitado en ninguna de las actividades físicas que le había visto realizar. Me miró con expresión suplicante.
    —De acuerdo —susurré, sonrojándome—. De acuerdo.
    Recogí las tijeras y me dirigí al salón para meterlas en el bolso. Me giré hacia Archer.
    —¿Estás seguro? Yo no…
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