El dolor del alma se había traspasado a lo físico, estaba ahogada y de verdad me dolía el pecho. Entendía que esto debía llegar a su fin porque me estaba lastimando, me estaba matando por dentro. Entonces, esa noche tomé una decisión…, renunciaría a él y ya no sería más motivo de mis oraciones. Es que siempre rogaba a Dios para que él se fijara en mí, así que pedí perdón a Dios porque tal vez estaba pidiendo erradamente. Con dolor en mi interior dije que renunciaba al que creía era el hombre de mi vida. No fue fácil sentía que mi corazón se partía en mil pedazos, mis ojos estaban hinchados de tanto llorar, pero creí que era lo mejor.