Raquel G. Rojas

  • Marcia Ramoshar citeretsidste år
    Violet había creído que compartían el mismo amor por los libros; esa fue una de las razones por las que se enamoró de él. Pero lo que a ella le gustaba era el contenido, el desarrollo del pensamiento, el vuelo de la imaginación. No le interesaban la textura del cuero viejo ni la pulpa prensada de los árboles caídos.
  • Marcia Ramoshar citeretsidste år
    Toda ella era carne tierna y duros huesos y lo excitaba pasar de una textura a otra, a voluntad y a su propio ritmo, pero siempre con su objetivo final en mente, el único propósito que lo guiaba, que daba sentido a todo lo que estaba haciendo.
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    Toda ella era carne tierna y duros huesos y lo excitaba pasar de una textura a otra, a voluntad y a su propio ritmo, pero siempre con su objetivo final en mente, el único propósito que lo guiaba, que daba sentido a todo lo que estaba haciendo.
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    Se tocó el cuello. Tenía marcas donde Archie la había mordido al hacer el amor. Vio su imagen reflejada en el espejo del vestíbulo, con su largo y desgreñado cabello, desaliñada y encogida por la ansiedad, y no pudo creer que fuera la misma
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    Se tocó el cuello. Tenía marcas donde Archie la había mordido al hacer el amor. Vio su imagen reflejada en el espejo del vestíbulo, con su largo y desgreñado cabello, desaliñada y encogida por la ansiedad, y no pudo creer que fuera la misma
  • Marcia Ramoshar citeretsidste år
    ese momento no parecía un ser humano, pero ese era el aspecto que todos teníamos, pensó, bajo la piel, bajo la ilusión de nuestra superficie. La
  • Marcia Ramoshar citeretsidste år
    ese momento no parecía un ser humano, pero ese era el aspecto que todos teníamos, pensó, bajo la piel, bajo la ilusión de nuestra superficie. La
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    había ocurrido con su propia oscuridad interior? El cielo ya no era de ese azul febril, sino de un gris tranquilo y agradable. Se estaba volviendo tormentoso, con una creciente presión en la atmósfera, pero aun así se sentía mejor que bajo el árido calor de aquel sol ardiente que tornaba la hierba del color de la paja seca
  • Marcia Ramoshar citeretsidste år
    Violet miró a su alrededor, a los animales disecados. Todos parecían observarla con los mismos ojos vigilantes de su anfitriona. Advirtió entonces el nombre del taxidermista en las pequeñas placas de madera que estaban grabadas bajo cada uno de ellos: «Lavinia Dryden»
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    Violet miró a su alrededor, a los animales disecados. Todos parecían observarla con los mismos ojos vigilantes de su anfitriona. Advirtió entonces el nombre del taxidermista en las pequeñas placas de madera que estaban grabadas bajo cada uno de ellos: «Lavinia Dryden»
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