Emilio Acosta Méndez

SÓC. —¿Y qué aquello con lo que habría que nombrar?

HERM. —El nombre.

SÓC. —Dices bien. Luego también el nombre es un cierto instrumento.

SÓC. —Ahora bien, ¿puedes decir lo mismo también sobre el nombre? ¿Qué hacemos cuando nombramos con el nombre en calidad de instrumento?

HERM. —No sé decirte.

SÓC. —¿Acaso, en realidad, no nos enseñamos algo recíprocamente y distinguimos las cosas tal como son?

HERM. —Desde luego.

SÓC. —Entonces, el nombre es un cierto instrumento para enseñar [c] y distinguir la esencia

un enseñante 15 se servirá bien 16 del nombre, y «bien» quiere decir «conforme al oficio de enseñar».

hay que encontrar la forma de instrumento adecuada por naturaleza para cada cosa y aplicarla a la materia de la que se fabrica el instrumento

el [b] nombre tiene por naturaleza una cierta exactitud

la exactitud de los nombres que acabamos de recorrer parecía 146 consistir en revelar cómo es cada uno de los seres.

el nombre es una imitación con la voz de aquello que se imita; y el imitador nombra con su voz lo que imita.

captan el ser por medio de letras y sílabas hasta el punto de imitar su esencia

Y la causa, oh querido, es que, hasta ahora, y siguiendo la inscripción de Delfos, no he podido conocerme a mí mismo

Sabe a verano, además, este sonoro coro de cigarras. 20 Con todo, lo más delicioso es este césped que, en suave pendiente, parece destinado a ofrecer una almohada a la cabeza placenteramente reclinada. ¡En qué buen guía de forasteros te has convertido, querido Fedro!