Odelia editora

cuando terminábamos de cenar, mientras los grandes hablaban de negocios, los más chicos nos íbamos hasta el farol de la esquina, que se llenaba de escarabajos. Alumbrados bajo ese cono de luz, con un palito, dábamos vuelta a los que caían al piso y los mirábamos patalear en el aire. Eso era todo, no necesitábamos nada más. No te preguntabas ni te cuestionabas nada. Eso era la felicidad. Solo que no lo sabías.

Ruego que los lentes oscuros disimulen mi estupor.

El destino hace fuego con la leña que hay.
Alessandro Baricco

el pavor de que la historia ya no tenga un sustento físico más allá de las fotos, de que su nuevo soporte sea el recuerdo y de que se acabe

Me enamoré de él apenas lo conocí, lo conquisté con el ímpetu que solo puede tenerse a los veinte años, lo mantuve junto a mí con la determinación de quien sabe lo que significa perderlo todo y lo amé sostenidamente incluso en momentos en que cualquier persona normal lo hubiese odiado

Si se ignoraban los detalles, daba la sensación de que seríamos felices para siempre

el amor a primera vista no existe. Pero si en ese mismo momento el profesor se hubiera colado entre los pupitres para preguntarme al oído si tenía el pasaporte al día, y qué te parece si al salir de clase tomamos juntos un avión a Roma, ahí mismo, unos segundos después de verle la cara por primera vez en mi vida, le hubiera contestado que sí. La existencia del deseo a primera vista está fuera de duda.

El matrimonio es memoria y el matrimonio es tiempo (…). (…) cuando lloramos a nuestros seres queridos también nos estamos llorando a nosotros mismos, para bien o para mal

Me llenaba de intolerancia que esa forma de entender la escritura obturase su preciosa capacidad de decir

Incluso si lo tenía enfrente, aun si veía lo que veía, algo que hoy puedo describir con todo detalle, yo tenía la capacidad sobrenatural de ver otra cosa, como si la vida real fuera lo que había sido y el presente solo una falsa y transitoria superposición. No era negación: yo sabía mejor que él que se moría y que sería pronto. La mía era una capacidad de abstracción como no tuve jamás en ninguna otra circunstancia, la posibilidad de reponer algo que ya no estaba de una manera tan simple que hoy me resulta misteriosa