Esta flexibilidad doctrinal queda recogida, por ejemplo, en un texto del papa Inocencio IV, que, en pleno siglo XIII, explica que el problema no es ciertamente la usura como tal, sino el hecho de que una remuneración demasiado alta y apenas sin riesgo podría llevar a los ricos “por afán de lucro o para garantizar la seguridad de su dinero” a invertir su dinero “en la usura en vez de en actividades menos seguras”.