Juan Rodolfo Wilcock

  • Reina Azúcarhar citeretsidste år
    La tendencia natural de las cosas es el desorden”
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    la investigación solitaria no puede revelarnos el enigma del universo, y que solo a través de la comunicación con nuestros semejantes nos será permitido entender lo poco que nos es dado entender del mundo que nos rodea
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    el destino ama demasiado los golpes bajos e inesperados; basta estar por lo tanto moderadamente atento para que se desinterese por completo de nosotros: basta prever una desgracia para que la desgracia no ocurra
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    Así pasé la noche, maldiciendo la estúpida idea que había tenido de salir de casa para ver si el contacto con mis semejantes me revelaba el sentido del universo
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    si bien es cierto que nadie es lo que quisiera ser, también es cierto que son muy pocos los que saben lo que realmente quisieran ser
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    Alguien podría objetarme que ya la fiesta en sí era una imagen desordenada de la vida, y que por lo tanto bastaba dejarlos que hicieran lo que quisieran, para que ellos mismos, sin ayuda de nadie, se encargaran de crear el caos, de difundirlo y de mantenerlo
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    Porque muchas veces procedemos obedeciendo a impulsos no formulados, y solo cuando nos detenemos a pensar en los motivos de ciertos actos nuestros, al parecer inexplicables, logramos —aunque no siempre— vislumbrar la secreta finalidad que nos induce a cometerlos.
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    Mi método consistía, ni más ni menos, en una imitación, solo que mucho más confusa, de la vida: si la única realidad de la vida era el azar, la intrascendencia, la confusión y la continua disolución de las formas en la nada para dar origen a nuevas formas igualmente destinadas a la disolución, no hacía falta exprimirse el cerebro inventando artificios: bastaba ofrecer a mis huéspedes una imagen tolerable de la vida que nos rodea, un poco más desordenada que de costumbre, para sumirlos en el caos
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    la angustia de todos los que intentan forzar el destino, un juego muy semejante al de la ruleta, imprevisible y a menudo insatisfactorio
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    —¿Qué quieres de mí? —le preguntó—. ¿Por qué no me dejas en paz?
    —Todas las mujeres eligen a un hombre —dijo Kundry—, y yo te elegí a ti
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