No esperaba la llamada. No recordaba en qué momento ese echarlo de menos hasta creer que no sobreviviría a su partida, había sido devorado por las colas, las guaguas, el trabajo, los amigos, las salidas, las pequeñas victorias y algunas derrotas. Por otras pérdidas, al inicio siempre menos importantes que su ausencia y, luego, mucho más tristes.