Fernando Molano Vargas

Y es tan raro eso: cómo se le va metiendo a uno el amor así: como a escondidas; despacio: como si fuera a doler.

¿qué gracia tiene estar lo que se dice en vilo, si uno presiente que tiene con qué jugar el partido?: mejor es jugarse el chance: porque el tiempo pasa, los otros hace tiempo han hecho su saque, han seguido las jugadas, la pelota no va para ningún lado y uno sigue sin decidirse.

Claro que yo pienso: ¿de qué me sirve estar vivo si mi vida no es mía?

Pues sí… Pero sólo estábamos besándonos. Mejor dicho: ¿cuál es la diferencia entre besarse y hacer el amor? Es lo mismo, ¿no?

A la final, hacer el amor sólo es estar juntos.

leer…, además de enriquecer las ideas, como siempre hemos dicho aquí…, más que eso, es un ejercicio de vida; si la descubren verán que puede ser una experiencia tan vital como una caricia, o como una despedida

Porque yo a veces pienso: ¿y si cuando él se decide a llamarla para decirle su amor, los ladrones de relojes no le dejaran marcar el número; si lo mataran antes de saber que ella también lo ama, o si ella no lo amara pero de todos modos nunca lo supiera porque no alcanzó a marcar el número, y entonces él tuviera que morir así, sin haber sentido ninguna alegría o ningún dolor?… Sería un final buenísimo

Esta vida es tan rara: ¿por qué se enamora uno de alguien? O sea: ¿por qué me enamoré de Leonardo y no de Libia?, ¿y por qué se enamoró Fabio de Patricia y no de Leonardo?

¿Por qué tendré sólo deseos de él? Como si no hubiera más nadie a quién desear…

Ha de ser esa manía de hurgar en la intimidad de los otros. Como si algo muy importante estuviera ocurriendo siempre en la vida de los otros. Y nos lo estuviéramos perdiendo.