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Patti Smith

  • Rafael Ramoshar citeretfor 10 måneder siden
    El río desembocaba en una vasta laguna y en su superficie presencié un milagro singular. Un largo cuello curvo se alzó de un vestido de plumas blancas.
    «Cisne», dijo mi madre, percibiendo mi emoción. El ave golpeteó el agua resplandeciente con sus grandes alas y alzó el vuelo.
    La palabra en sí apenas dio fe de su grandeza ni transmitió la emoción que me produjo. Su imagen me generó un deseo para el que no tenía palabras, un deseo de hablar del cisne, de decir algo acerca de su blancura, la naturaleza explosiva de su movimiento y la lentitud con que había batido las alas.
    El cisne se fundió con el cielo. Me esforcé por hallar palabras que expresaran mi noción de él. «Cisne», repetí, no enteramente satisfecha, y sentí un cosquilleo, un anhelo curioso, imperceptible para los transeúntes, mi madre, los árboles o las nubes.
  • Rafael Ramoshar citeretfor 10 måneder siden
    De eso habla este espléndido libro de memorias, de la vida en común de dos artistas, los dos entusiastas y apasionados, que cruzaron a grandes pasos la periferia de Nueva York para llegar hasta el centro neurálgico del nuevo arte. Fue así como acabaron instalándose en el hotel Chelsea y se convirtieron en los protagonistas de un mundo hoy ya perdido donde reinaban Alien Ginsberg, Andy Warhol y sus chicos, y se creaban las grandes bandas de música que marcaron los años finales del siglo XX, mientras el sida hacía estragos. Lejos de ser un libro triste y nostálgico, Eramos unos niños es un homenaje a la amistad sin trabas, y sus páginas cargadas de vitalidad y humor nos devuelven el sabor de esa gran ciudad donde hubo un tiempo en que casi todo era posible.
  • Rafael Ramoshar citeretfor 10 måneder siden
    Muchas cosas se han dicho acerca de Robert, y se dirán muchas más. Los chicos adoptarán sus andares. Las chicas se pondrán vestidos blancos y llorarán la pérdida de sus rizos. Lo condenarán y lo adorarán. Censurarán o idealizarán sus excesos. Al final, la verdad se hallará en su obra, la esencia corpórea del artista. No se deteriorará. El hombre no puede juzgarla. Porque el arte alude a Dios y, en última instancia, le pertenece
  • Rafael Ramoshar citeretfor 10 måneder siden
    Alisé la gruesa tela de lino que cubría mi sillón, escogí un libro de pinturas de Odilon Redon y lo abrí por la imagen de una cabeza de mujer que flota en una franja de mar. Les yeux clos. Un universo aún por descubrir contenido bajo sus pálidos párpados.
  • Rafael Ramoshar citeretfor 10 måneder siden
    En aquel instante, Tosca comenzó la magnífica aria «Vissi d'arte». «He vivido para el amor, he vivido para el arte.» Cerré los ojos y entrelacé las manos. La Providencia había dictado cómo sería mi despedida
  • Inéshar citeretsidste år
    Los dos nos habíamos entregado a otros. Habíamos vacilado y los habíamos perdido, pero nos habíamos reencontrado. Al parecer, queríamos lo que ya teníamos, un amante y un amigo con quien crear, codo con codo. Ser fieles, pero libres.
  • Inéshar citeretsidste år
    Aprendimos que queríamos demasiadas cosas. Solo podíamos dar desde lo que éramos y lo que teníamos. Separados, pudimos ver incluso con más claridad que no queríamos estar sin el otro.
  • Inéshar citeretsidste år
    Muchos habían escrito, conversado y sufrido en las habitaciones de aquella casa de muñecas victoriana. Muchas faldas habían lamido aquellas desgastadas escaleras de mármol. Muchas almas pasajeras habían contraído matrimonio, dejado huella y sucumbido allí. Yo desenterraba sus espíritus mientras me escabullía de una planta a otra, anhelando conversar con una desaparecida procesión de orugas que fumaban en pipa.
  • Inéshar citeretsidste år
    ¿Adonde conduce todo? ¿En qué nos convertiremos? Aquellas eran nuestras preguntas de juventud, y el tiempo nos reveló las respuestas.
    Conduce al otro. Nos convertimos en nosotros.
  • Inéshar citeretsidste år
    Cuando se acercaban las navidades, acordamos regalarnos un cuaderno de dibujo. En cierto sentido, Robert me estaba mandando deberes para que me recuperara, dándome algo creativo en que concentrarme. Le regalé un libro encuadernado en piel lleno de dibujos y poemas, y él, un cuaderno cuadriculado con dibujos muy parecidos a los que me había enseñado nuestra primera noche. Lo encuaderné en seda morada, cosida a mano con hilo negro.
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