Mario J. Les

  • b0356287009har citeretsidste år
    Una guillotina de luz y polvo en suspensión dividía su celda en sol y sombra
  • b0356287009har citeretsidste år
    No había día en que Von Häussler
  • b0356287009har citeretsidste år
    cuyo único pecado cometido era haber nacido judíos
  • b0356287009har citeretsidste år
    El despegue
    Aeropuerto Internacional de Madrid-Barajas, España
  • b0356287009har citeretsidste år
    Dachau, esto me parece un balneario.
    —Venga, ¿qué me vas
  • b0356287009har citeretsidste år
    sufrir la separación de sus padres cuando ella ni siquiera vislumbraba la pubertad. Recordaba
  • b0356287009har citeretsidste år
    Tras entonar Die Fahne hoch
  • Migue Ángel Reyes Santiagohar citeretsidste år
    cantera, donde una inmensa pared granítica se recortaba ante el bosque y desgranaba miles de luceros realzados por aquel sol de justicia.
    Allí, los esforzados trabajadores sin sueldo horadaban la piedra, cuyo polvo les provocaba ceguera temporal y ataques de asma. Muchos comenzaban a toser de manera compulsiva y se lanzaban encogidos al suelo, pero no tardaban en levantarse y regresar al trabajo.
    Los oficiales nazis los pateaban en las costillas y en los riñones con sus ostentosas botas, dificultándoles todavía más la respiración, y al que abriese la boca para protestar, le soltaban los perros, unos canes hambrientos y sedientos de sangre de cuyas fauces chorreaba una saliva espesa
  • Emerson Lemushar citeretfor 10 måneder siden
    Otros prisioneros, piel y huesos, caían a su lado fruto de los empujones de los oficiales de las SS y, cuando trataban de incorporarse, sin resuello y muertos de miedo, volvían a besar la tierra a golpe de bota o de culata. Algunos, incluso, aprovechaban las heridas sufridas para alimentarse de su propia sangre, sin nada mejor que calmase su sed. La secuencia de aquellos hechos era kafkiana, pero tristemente real.
  • Emerson Lemushar citeretfor 10 måneder siden
    ¡Camaradas de las SS! Todos sabéis para qué nos ha llamado el Führer. No estamos aquí para tratar a esos cerdos de ahí dentro de modo humano. No les consideraremos hombres como nosotros, sino como hombres de segunda clase. Hace años que venimos aguantando su criminal naturaleza, pero ahora tenemos el poder. Si esos cerdos hubiesen llegado al poder, nos habrían cortado a todos la cabeza. Por ello, no tendremos miramientos. Quien de entre los camaradas aquí presentes no sea capaz de ver la sangre, no es de los nuestros y debe renunciar. Cuantos más de esos perros matemos, menos tendremos que alimentar.
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