Andrés Caicedo

  • Abril G. Karerahar citeretsidste år
    ¡Pero si no tengo pasado! ¡Mi pasado es lo que haré este día!
  • emanonhar citeretsidste år
    No era sombra sino muerte lo que le cruzaba la cara y me dio miedo perder mi brillo.
  • emanonhar citeretsidste år
    «¿Cómo no lo había conocido antes?», le pregunté, y él contestó con la humildad del que dice la verdad: «porque eras una burguesita de lo más chinche».
  • emanonhar citeretsidste år
    «mi cara permanecerá fresca» y miré delante de mí, calculando las cuadras que faltaban para llegar a Oasis.
  • emanonhar citeretsidste år
    Mariángela me pidió que la acompañara por vino a la cocina, y allá lo que hizo fue mirarme de frente y tan duro y tan fijo y era realmente tan bella, de pelo como el mío y con esa cara de saber a la perfección lo que estaba haciendo, que yo le permití que desabotonara mi vestido y almohadillara ambas manos sobre mis senos; entonces fue cuando aseguró: «los hombres son unos tontos. Tú puedes manejar mejor que ellos ese pipí que te meten con tanto misterio».
  • emanonhar citeretsidste år
    «Sí. Se llama Milla de luz de luna».

    «¿Milla?».

    «Sí. Traducción literal, escogiste una bien difícil».

    «Tú puedes. ¿Intérpretes?».

    «Rolling Stones».
  • emanonhar citeretsidste år
    Uno es una trayectoria que erra tratando de recoger las migajas de lo que un día fueron nuestras fuerzas, dejadas por allí de la manera más vil, quién sabe en dónde
  • emanonhar citeretsidste år
    La música es la labor de un espíritu generoso que (con esfuerzo o no) reúne nuestras fuerzas primitivas y nos las ofrece, no para que las recobremos: para dejarnos constancia de que allí todavía andan, las pobrecitas
  • emanonhar citeretsidste år
    empezaban a mirarme ya lejana, sin dejar de decir nunca que sería bueno verme más, sin dejar nunca de entender que ya no se podía. Yo quería música, y la música solamente estaba adentro, entre las hermosas paredes de aquel apartaco con aire acondicionado
  • emanonhar citeretsidste år
    Pero, oh, cómo describir las margaritas que florecían en mí y el fantástico revolotear de luciérnagas que sentía cuando caminaba hacia él y me prendía del boleto largo, largo, para que yo quedara más dócil y sensible a sus caricias
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