Salomé Esper

qué tal que era una muerta viva como las de esas películas espantosas, qué tal que veía gente y le daba un deseo irrefrenable de morder. No sabía qué más podía pasar, nunca llegaba al final de esas películas, se cansaba antes, las encontraba absurdas

Lo mágico también puede ser torpe.

Hilda le dijo «Buenas tardes», suave, concreta, «Permiso» y se sentó del otro lado del escritorio, en una de las sillas tapizadas de cuero. Su voz era una línea perfecta trazada desde la muñeca del pescador hasta él, el pez a punto de morder.

ella sonrió pensando que el plan funcionaría, él sonrió pensando que ella le sonreía. Cada uno fue feliz por separado en esa cama.

El dolor no era una línea, pero tampoco un punto, tenía una forma más caprichosa, inadvertida. Ya había pasado por eso al inicio, ya había salido de la tristeza, había intentado tener otros entusiasmos, abrirse a las personas aunque las personas insistieran con las mismas preguntas.

Mi mamá siempre dice que Dios nos da lo que podemos aguantar, pero yo no creo que sea así. Aguantamos porque nos ayudan. Sola no se puede ni con la felicidad

él no era una nota sino una carta

escribió no una carta, sino una nota

El dolor no era una línea, pero tampoco un punto, tenía una forma más caprichosa, inadvertida.

se iba de su lado de nuevo, y él ya sabía que por más que lo intentara no podía acompañarla.