las mujeres de la Ilustración habían conseguido algo muy valioso: que su reivindicación fuera colectiva y, por lo tanto, política, a pesar de que los jacobinos les recordaran que habían subvertido las leyes naturales al pretender ser «ciudadanas», y que el destino de sus cabezas no iba a ser nunca, ni bajo su mandato ni bajo el de los que les sucedieron, el pensamiento y el gobierno, sino la guillotina.