“Este es mi oficio y lo haré hasta mi muerte”
No sabía que tanto me iba a representar leer un artículo de Alfonso Basallo en “Nueva Revista” que se titula: “Las pequeñas virtudes”, el ideal educativo de Natalia Ginzburg, apenas lo leí, me decidí a buscar y leer el libro, y que maravilla de libro he venido a encontrar.
Fue escrito a comienzos de los años 60, de hecho, se publicó por primera vez en 1962, tuve a bien conseguir la edición de 2018 por Acantilado; es decir, lo leí 57 años despues. Ella confiesa en este libro que “La primera cosa seria que escribí fue un cuento.” Para despues hacer una confesión vital: “Cuando escribo algo, suelo pensar que es muy importante y que yo soy una gran escritora. Creo que a todos les ocurre igual. Pero hay un rinconcito de mi alma donde sé muy bien y siempre lo que soy, es decir, una escritora pequeña, muy pequeña. Juro que lo sé. Pero no me importa mucho.” ¿Te lo puedes creer? Yo sé que sí, pero es que no sabes que ella fue amiga de muy buenos escritores como Italo Calvino, Pasolini, Moravia, o Sciascia, es más, Basallo cuenta que ella (Ginzburg) “ha sido considerada como heredera de Chejov por su habilidad para el relato corto.”
Ese ideal educativo que menciona es completamente avasallante en el libro, porque cada uno de los textos es una clase de cierta pedagogía en el que se abordan temas como el ahorro, el deseo del éxito, la vulnerabilidad al crecer, lo importante de saber que o quiénes somos, la perspectiva que tenemos del mundo, el ansía de éxito, los castigos y la tan afamada afirmación de que “Los hijos no pertenecen a los padres”
“Debemos ser importantes para nuestros hijos, pero no demasiado”
Y mira que importante reflexión “Si nosotros mismos tenemos una vocación, si no hemos renegado de ella ni la hemos traicionado, entonces podemos dejarlos germinar tranquilamente fuera de nosotros, rodeados de la sombra y el espacio que requiere el brote de una vocación”
“Este es mi oficio y lo haré hasta mi muerte”
No sabía que tanto me iba a representar leer un artículo de Alfonso Basallo en “Nueva Revista” que se titula: “Las pequeñas virtudes”, el ideal educativo de Natalia Ginzburg, apenas lo leí, me decidí a buscar y leer el libro, y que maravilla de libro he venido a encontrar.
Fue escrito a comienzos de los años 60, de hecho, se publicó por primera vez en 1962, tuve a bien conseguir la edición de 2018 por Acantilado; es decir, lo leí 57 años despues. Ella confiesa en este libro que “La primera cosa seria que escribí fue un cuento.” Para despues hacer una confesión vital: “Cuando escribo algo, suelo pensar que es muy importante y que yo soy una gran escritora. Creo que a todos les ocurre igual. Pero hay un rinconcito de mi alma donde sé muy bien y siempre lo que soy, es decir, una escritora pequeña, muy pequeña. Juro que lo sé. Pero no me importa mucho.” ¿Te lo puedes creer? Yo sé que sí, pero es que no sabes que ella fue amiga de muy buenos escritores como Italo Calvino, Pasolini, Moravia, o Sciascia, es más, Basallo cuenta que ella (Ginzburg) “ha sido considerada como heredera de Chejov por su habilidad para el relato corto.”
Ese ideal educativo que menciona es completamente avasallante en el libro, porque cada uno de los textos es una clase de cierta pedagogía en el que se abordan temas como el ahorro, el deseo del éxito, la vulnerabilidad al crecer, lo importante de saber que o quiénes somos, la perspectiva que tenemos del mundo, el ansía de éxito, los castigos y la tan afamada afirmación de que “Los hijos no pertenecen a los padres”
“Debemos ser importantes para nuestros hijos, pero no demasiado”
Y mira que importante reflexión “Si nosotros mismos tenemos una vocación, si no hemos renegado de ella ni la hemos traicionado, entonces podemos dejarlos germinar tranquilamente fuera de nosotros, rodeados de la sombra y el espacio que requiere el brote de una vocación”
Todo el contenido es una maravilla, pero específicamente «las pequeñas virtudes» es un texto espectacular. Bellísimo, que habla de la relación de uno con sus hijos. Y de cómo se debe buscar el amor a la vida sin darle importancia a las pequeñas virtudes, a las cosas banales, pues.