De todos los animales apreciaban sobre todo el ganado vacuno. Llevaban a cabo —como los famosos nuer en Sudán— una «estética del ganado vacuno», con la que expresaban la belleza de sus toros y vacas en la danza y en poéticos cantos de alabanza. Si los habitantes masculinos de las montañas me hubiesen llamado «vaca», habría sido un gran cumplido, casi una declaración de amor. Por desgracia, los pokot, sus vecinos al norte, les robaban regularmente sus valiosas y apreciadas vacas y los llamaban despectivamente «gente de las cabras»