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Editorial Clave Intelectual

  • Armando El Guatequehar citeretsidste år
    No se trata de seguir indagando en los factores biológicos o psicológicos –siempre individuales– que hacen de una persona algo así como una buena madre responsiva, sino de imaginar cómo debería ser nuestro entorno para que a todos nos sea posible ser buenas madres. Necesitamos una organización social en la que ser madre no implique salirse del mundo ni hacer equilibrios imposibles; en la que participar activamente en la vida común no signifique mutilar la experiencia maternal ni externalizar el cuidado; en la que todo el mundo entienda y proteja la importancia de los cuidados. Es cierto que hace falta toda la tribu. Una tribu que nos permita ser madres y ser otras muchas cosas más a la vez; que nos permita elegir de verdad y, en el mismo acto, comprometernos. No una sociedad que nos fuerce a decantarnos por opciones igualmente defectuosas y a dar la espalda a lo que son ingredientes irrenunciables de nuestra constitución como personas
  • Armando El Guatequehar citeretfor 2 år siden
    Todas las madres con niños pequeños necesitamos sostén, acompañamiento, solidaridad, comprensión y resguardo de otros miembros de nuestra tribu. Pero claro, en el mundo occidental –especialmente en las grandes ciudades– nos hemos quedado sin tribu. Emprendemos la búsqueda solicitando apoyo y lo que encontramos más cerca es al señor que duerme en nuestra cama, que en la mayoría de los casos ha sido nombrado padre oficial del niño. Llamativamente suponemos entonces que toda la compañía, el cobijo, la ayuda, la disponibilidad y la empatía que una tribu entera nos hubiera prodigado, ahora debería provenir de una sola persona: el padre del niño. Tomemos en cuenta que una cosa es la inmensa necesidad de ser amparadas frente a la desesperación, la locura y las vivencias confusas que estamos experimentando desde el nacimiento de nuestros hijos, y otra es lo que un solo individuo puede ofrecer, reemplazando los roles de muchos. Cuando no vislumbramos nuestra realidad en forma global, creemos que las cosas se solucionarían si el varón regresara más temprano a casa, si cambiara los pañales de vez en cuando o si ganara más dinero. Es tiempo de admitir que somos solo dos personas –nada más que dos– y que tanto las madres como los padres estamos demasiado solos en la compleja tarea de acunar a nuestros hijos[5]
  • Nathalyhar citeretfor 10 måneder siden
    Tal vez no sea el primer paso de una revolución, pero sí es, al menos, un movimiento de resistencia.
  • Luhanahar citeretfor 10 måneder siden
    El problema es una sociedad cuyas exigencias son radicalmente incompatibles con las necesidades de los bebés y también con las de quienes cuidan de ellos.
  • Armando El Guatequehar citeretfor 2 år siden
    Los datos de cuidados dispensados por abuelos no son fáciles de obtener. Casi todas las encuestas familiares se restringen al ámbito del hogar y el modelo de convivencia con los abuelos es cada vez menos común. No obstante, la investigadora Constanza Tobío estima que más de un tercio de los abuelos cuida regularmente de sus nietos. Hay distintos factores que aumentan la probabilidad de que un abuelo participe en la crianza de sus nietos: la proximidad de los hogares, la edad de los abuelos (cuidan más los más jóvenes) y el que los nietos sean hijos de una hija, especialmente si esta tiene un trabajo remunerado. Desde el punto de vista de las hijas, se sabe que más de la mitad (54%) de las madres que trabajan reciben ayuda de sus propias madres cuando residen en la misma localidad. Pero sea como sea, ya no se trata del tipo de relación de cooperación y acompañamiento que caracterizaba la figura protectora –seguramente un tanto mítica– de la abuela en la familia extensa tradicional
  • Armando El Guatequehar citeretfor 2 år siden
    un estudio reciente calcula que hay un 22% de abuelos y abuelas que cuidan de sus nietos a diario, con una dedicación de más de siete horas por jornada. Unos datos apabullantes, teniendo en cuenta que este cuidado diario se produce, casi exclusivamente, con niños que están en el tramo de edad de 0 a 3 años.
  • Armando El Guatequehar citeretfor 2 år siden
    Tener un bebé implica, sin duda, una cierta limitación de las opciones vitales. Los bebés encajan mal en las diferentes versiones de desarrollo personal, autorrealización y autonomía más celebradas en nuestra cultura. No hay bebés en los anuncios de moda con jóvenes semianoréxicos de mirada extraviada, no hay cambiadores en los lavabos de las galerías de arte, el llanto de un niño nunca interrumpe un afterwork de profesionales de éxito ni un seminario internacional sobre nuevas tecnologías… Pero, ¿y qué? ¿Llevar una vida plena consiste necesaria o exclusivamente en disponer del mayor número posible de opciones de forma permanente? ¿Es la experiencia de relativa sumisión a las imperiosas necesidades de un bebé una vivencia enteramente negativa
  • Armando El Guatequehar citeretfor 2 år siden
    convierten. Lo cierto es que el acceso de las mujeres al mundo del trabajo ha exigido que nos amoldáramos a una horma preestablecida pensada para un trabajador varón respaldado por las tareas domésticas y los cuidados de su mujer.
  • Armando El Guatequehar citeretfor 2 år siden
    Es verdad, las madres lo aguantamos todo. Y tal vez ese sea el problema. Nos aguantamos. Disimulamos. Movidas en parte por la vergüenza que da no amoldarse al ideal de fortaleza que vemos en las demás, y en parte por la falta de alternativas, nos aguantamos. Además, en una sociedad que vive tan al margen de la realidad –e intensidad– del trabajo de cuidados es difícil quejarse: lo más probable es que nuestras protestas y lamentos se interpreten como una muestra más de la supuesta tendencia femenina a la dramatización y la histeria. O incluso nos podemos encontrar con un «haberlo pensado antes»: al fin y al cabo, ahora la maternidad es solo una opción…
  • Armando El Guatequehar citeretfor 2 år siden
    La sección de autoayuda de cualquier librería ofrece un repertorio inagotable de métodos de adiestramiento para lograr que los niños se adapten con ductilidad a las pautas de conducta que nos impone el mercado. Las largas jornadas laborales se contrapesan con las «opciones» de las que disponemos los padres posmodernos: guarderías con horario extensivo, servicio domiciliario low cost, y hasta psicofármacos diseñados para los más pequeños. Pero es que aguantarse, ya sea con amor y paciencia infinita o parcheando la situación, no puede ser la única respuesta. La fatiga no debería ser el estado crónico de tantos padres. Las medidas de conciliación orgullosamente anunciadas por las instituciones públicas no deberían concretarse en horarios escolares ampliados y campamentos urbanos para las vacaciones. Las guarderías y colegios no deberían estar desde las 7:30 de la mañana llenas de críos pequeños, por mucho que algunos padres hayan perfeccionado su disonancia cognitiva hasta el punto de creer que están ahí mejor que en su casa. Y la maternidad no tendría que ser una de las principales causas de estrés o depresión y búsqueda de atención psicológica
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