Cuatro por cuatro

Somos aquello que estamos escribiendo de nosotros, aun sin saberlo.

Por tanto, si nadie los conoce, los significados carecen de importancia y dejan de existir.

Creo en la reencarnación, pero dentro de esta misma vida.

En las distintas vidas que se suceden dentro de esta vida.

En el extrañamiento, en la ausencia de reconocimiento del que fuimos ayer.

Tengo la sensación de que las horas avanzan muy deprisa, cuando lo cierto es que no hago prácticamente nada, y el tiempo es como tiempo detenido,

–Hablo del zumbido de los insectos. De las cosas que no se ven y están. Da igual que pretendamos esconderlas. Los ojos de toda la humanidad están mirando el foso en el que nos precipitamos. Pero yo estoy cansado de mirar. He decidido: mejor precipitarme.

Todos sabemos más de lo que fingimos saber.

Hemos entrado en una nueva era, donde las mentiras que antes tenían sentido ahora han dejado de tenerlo, y las verdades que nos sostenían, en cambio, comienzan a disfrazarse de mentiras. Otros códigos, otras normas, serán los que nos mantendrán a partir de ahora.

Entré en un estado prenatal, puramente sensorial, invadido por el calor de la fiebre y el alivio de los cuidados, desprovisto de inteligencia y de razonamiento.

Las reglas existen, son fuertes, son taxativas, pero no están escritas en ningún sitio. Por tanto no se pueden obedecer ni desobedecer.

Ineludible, el tiempo pasa y me doy cuenta de que nuestras vidas no son más que una sucesión de mentiras y de apariencias.

Todos fingimos y lo único que nos define son los distintos matices del fingimiento.

El problema es que yo, todavía, no sé qué fingiré.