Recuérdame por qué he muerto

lo que has leído no es más que una historia de ficción. Tal vez algún lector se dé cuenta entre estas páginas de que no está solo o tal vez algún otro comprenda que hay personas alrededor para las que la vida ha dejado de ser una opción aceptable. Pero, insisto, solo es una novela. La salud mental es campo de especialistas, de quienes de verdad pueden ayudar. Levantad la mano, pedid ayuda

Felicidades, chico.
Desde el cuello hasta la cintura, tengo unas alas de plata tatuadas

—¿Aquí se acaba? —le pregunto.
—Eso parece.
—¿Qué va a pasarte ahora?
—Jacob tiene planes para mí. Supongo que habrán encontrado un lugar oscuro al que desterrarme.
—Quédate conmigo. Seremos anónimos buenos.
Me tiende la mano y, cuando voy a estrecharla, me acerca a él y me abraza.
—Tú nunca serás anónimo, Naim, el oro de tu nombre estará para siempre en la memoria de todos los ángeles

La muerte es impuntual y caprichosa y, aun así, nadie se queja cuando llega tarde

—Me habría encantado conocerte cuando estabas vivo.

Comprendí en ese instante que cuando nos separásemos iba a sentir un dolor del que jamás podría recuperarme y que ese momento iba a llegar, me fuese yo o se fuese ella

—¿Sabes? Cuando llueve con esa lluvia mansa que lo empapa todo sin hacer ruido, los hombres dicen que los ángeles están llorando. No es verdad, Naim, jamás lloramos. No sentimos dolor, ni culpa, ni remordimiento. Ni miedo.
—¿Entonces por qué lo haces?

Querer es un verbo tan humano, tan de vivos, que no creo haberlo conjugado desde que llegué aquí. ¿Amigos? No tenía tiempo de explicarle que los vivos sustituyen un amor por otro para que no les duela, que la vida es tan corta que nadie debería malgastarla recordando a los que ya no están. Y que, por más que lo intenten, terminan olvidando.

Solo me alejé caminando por la cornisa y, cuando supe que no podía verme, corrí, como había corrido cada vez que la vida me pedía que creciese, que fuese fuerte.

He sido testigo de besos de amor, de disculpa, de despedida y hasta de besos por dinero, pero aquel era un beso refugio, de esos en los que cobijarse para que el mundo no duela.