Ana María Matute

El río

  • karla tleokoyanihar citeretsidste år
    Y la niebla, en la siesta, trae el fantasma de la melancolía.
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    La muerte de un niño es algo natural y sorprendente a un tiempo: como el súbito aguacero en pleno sol, que irrumpe sobre el campo del verano, y deja atónitos a los pájaros. Es como el repentino huir de los vencejos en la mañana. Algo que hace levantar la cabeza; que obliga a interrumpir el trabajo, el ocio, el pensamiento.
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    Los niños no entienden la muerte, pero se dejan bañar por esa niebla de vapor —dulce y agria mezcla— que la rodea. Los niños tienen miedo de los muertos, y, a un tiempo, se sienten atraídos por ellos. Al anochecer, pasan de prisa por el cementerio, y buscan bajo un sol achicharrado, en un rincón del muro de la iglesia, entre dos pivotes, el botín fabuloso y estremecedor de los osarios. Los niños asesinan pájaros, ahorcan perros, aplastan sapos, martirizan saltamontes y murciélagos, por una sola razón: palpar, contemplar, crear la muerte.
  • karla tleokoyanihar citeretsidste år
    Luego, un día, sentí compasión por ellos. Compasión y envidia mezcladas, quizá. Me pregunté: «¿Por qué van de camino?». En general, los mendigos que van de pueblo en pueblo, entre jaras, espinos y senderos, no son hombres demasiado viejos, ni enfermos. Podrían trabajar. Eso dicen los campesinos, indignados: «¿Por qué no trabajan? ¡Hatillo de vagos!».
  • karla tleokoyanihar citeretsidste år
    A veces, la ferocidad y la sangre afloran a los ojos de los niños de forma mucho más viva que a los de los hombres.
  • karla tleokoyanihar citeretsidste år
    Así llega la muerte. Y pienso, de nuevo, en ese muchachito que está ahí debajo, en esa tierra recién removida. Pienso en su vida y en su muerte demasiado breve y que, sin embargo, tiene tan larga significación para mí.
  • Teresahar citeretfor 2 år siden
    Acaso, como en un tiempo en que de rodillas en el suelo vaciaba mis bolsillos de piedras redondas, caracoles, cuentas de vidrio o un grillo muerto —contemplándolo todo con una extraña nostalgia o estupor: pensando, quizás, en qué podría utilizar aquello tan celosamente guardado—; acaso, como entonces, colocaré en esta hoja de papel (igual que en una losa tibia por el sol) lo que vine guardando, sin entenderlo bien, hasta la mitad del camino
  • Teresahar citeretfor 2 år siden
    ¿quién podría negar que todos nos hemos refugiado alguna vez en la mentira? Hablo de la mentira en su sentido más amplio, no de la pequeña mentira necesaria, cotidiana y vergonzante, que todos cometemos siete veces al día, cuando menos. Mentiras que empiezan con la piedad, pero que terminan por destruirnos. Poco a poco, como una invasión de hormigas blancas y silenciosas, dejándonos solo la corteza igual que árboles vanos. No quiero referirme aquí a esos inevitables embustes de que todos vivimos, sino a esa grande y hermosa mentira que es tal vez la única forma de vida posible. ¿Quién desea realmente la verdad? Solamente los santos o los demonios. Los hombres, las mujeres, los muchachos, buscamos ese brillo o ese velo que también pueden llamarse esperanza. La realidad no siempre encaja con el deseo. Como máximo, se queda un peldaño más abajo
  • Teresahar citeretfor 2 år siden
    Nunca se está enteramente solo entre los árboles.
  • Teresahar citeretfor 2 år siden
    solo entendí que algo hay en nosotros, dentro o fuera, muy junto o muy lejos, que no nos deja nunca completamente solos
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