Ana María Matute

El río

Tras once años de ausencia, el protagonista de El río vuelve a los escenarios de su niñez.

El pueblo por el que correteó durante varios veranos ya no existe. Ha sido cubierto por las aguas del pantano y solo emerge, como inquietante aparición, cuando baja el nivel con el calor de agosto. Desde esa presencia irreal y envolvente, Ana María Matute nos ofrece la visión de una infancia tan mágica como irrecuperable. Los lobos, los mendigos, los disfraces, la muerte de un niño, la lluvia, las nubes o el eco son algunos de los elementos de esa evocación, que integra la realidad y el misterio, la vida y la muerte.
132 trykte sider
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Oprindeligt udgivet
2019
Udgivelsesår
2019

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Vurderinger

  • Jimena Maraldahar delt en vurderingfor 4 år siden
    👍Værd at læse
    🔮Overraskende

    Un recorrido lleno de olores, sabores, texturas, colores, múltiples paisajes y anécdotas. De un pueblo rescatado de la memoria de la autora, un hogar sumergido, retorna con melancolía la niñez, la vida sencilla y profunda del campo. Robo estos recuerdos de la autora para prestárselos, como voces colectivas, a mis ancestras de la provincia mexicana. ¡Muy hermoso!

  • Ana Saenzhar delt en vurderingfor 2 år siden
    👍Værd at læse
    💞Superromantisk
    🌴God til stranden

    Nostálgica mirada de la infancia vivida en el campo, en la naturaleza. Los recuerdos entrañables del agua, los pantanos, el río, los bosques, los vecinos y vecinas, los juegos y más.

  • Teresahar delt en vurderingsidste år
    👍Værd at læse
    🔮Overraskende
    🐼Vildt sød

Citater

  • karla tleokoyanihar citeretsidste år
    Y la niebla, en la siesta, trae el fantasma de la melancolía.
  • karla tleokoyanihar citeretsidste år
    La muerte de un niño es algo natural y sorprendente a un tiempo: como el súbito aguacero en pleno sol, que irrumpe sobre el campo del verano, y deja atónitos a los pájaros. Es como el repentino huir de los vencejos en la mañana. Algo que hace levantar la cabeza; que obliga a interrumpir el trabajo, el ocio, el pensamiento.
  • karla tleokoyanihar citeretsidste år
    Los niños no entienden la muerte, pero se dejan bañar por esa niebla de vapor —dulce y agria mezcla— que la rodea. Los niños tienen miedo de los muertos, y, a un tiempo, se sienten atraídos por ellos. Al anochecer, pasan de prisa por el cementerio, y buscan bajo un sol achicharrado, en un rincón del muro de la iglesia, entre dos pivotes, el botín fabuloso y estremecedor de los osarios. Los niños asesinan pájaros, ahorcan perros, aplastan sapos, martirizan saltamontes y murciélagos, por una sola razón: palpar, contemplar, crear la muerte.

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