El presente estudio analiza la circunstancia política y ofrece evidencia histórica suficiente que pone en duda la fortaleza del presidencialismo para subordinar efectivamente a la élite política pero sobre todo para sobreponerse a los poderes regionales. La sucesión de 1958 muestra más signos de debilidad institucional que de fortaleza, pues la principal amenaza que Ruiz Cortines -y por extensión el sistema político— enfrentó entonces no era una disidencia más que disputara el dominio priísta, sino la real posibilidad de que políticos tradicionales, más cercanos al caciquismo, se apoderaran de la Presidencia de la República y trastocaran el rumbo institucional del sistema político.