El color de la piel, la pobreza o la riqueza, la ignorancia o las luces, ya han establecido entre ellos clasificaciones inquebrantables; prejuicios nacionales, prejuicios de educación y de nacimiento los dividen y aíslan.
¿Dónde hallar, en un marco más estrecho, un cuadro tan completo de las miserias de nuestra naturaleza? Sin embargo, aún resta una característica.
Las profundas divisiones que el nacimiento y la opinión han trazado en el destino de estos hombres no cesan con la vida, sino que se prolongan más allá de la tumba. Seis religiones o sectas diversas se reparten la fe de esta sociedad naciente.
El catolicismo –con su admirable fijeza, sus dogmas absolutos, sus terribles anatemas y sus enormes recompensas–, la anarquía religiosa de la Reforma y el antiguo paganismo tienen representantes