Tienes que entender que estás argumentado continuamente a su favor. Vas por ahí contando lo desdichada que eres: porque tú lo has permitido. El cambio empieza en ti, no en tu marido.
De manera parecida a mi clienta te sugiero que, independientemente del reto que afrontes —tanto si te trata de algo que te parece imposible, como de cualquier obstáculo que hayas encontrado, algo de tu relación que no está funcionando, o algo que está ocurriendo en tu profesión— examina la creencia en la que se apoya ese comportamiento. Como el antepasado de cada acción es una creencia o un pensamiento, puedes trabajar para cambiarlo todo.
Yo he hecho esto muchas veces en mi propia vida. Por ejemplo, durante muchos años jugué a tenis cada día. Crecí creyendo que no tenía un buen revés, y me conté a mí mismo esta falacia durante mucho tiempo. Pero después empecé a cambiar esta creencia. No fue solo que empecé a practicar más intensamente; más bien, empecé a visualizarme haciendo todas las cosas necesarias para que me funcionase el golpe de revés. También empecé a hacer lo mismo con las dejadas, en lugar de decirme “no puedo hacer una dejada” y después actuar a partir de esa creencia. Ya no estoy dispuesto a decirme “nunca voy a hacer una buena dejada” o “nunca devolveré un globo”, o “nunca intentaré marcar un tanto de servicio”, o cualquier otra cosa.
Si continúas diciéndote que no puedes hacer algo, actuarás a partir de esa creencia. Tanto si se trata de mejorar tu juego de tenis como de algo más grande, cambia tu manera de pensar. Contémplate haciendo y teniendo lo mejor de la vida: descubrirás que tal como pienses, así serás.