Diario de un Cuerpo

Y es que no estoy loca, soy cíclica.

cuerpos menstruantes no somos vulnerables de nacimiento. Nos han hecho vulnerables por ser diferentes al cuerpo normativo. La menstruación no nos hace más falibles ni menos confiables.

pánico al abandono nos dejamos hacer lo que sea. Incluso amamos a nuestra madre. Incluso amamos a nuestro padre.

Como no tuve aquel hijo, Aram, decidí tenerme a mí.

La verdad de mi cuerpo es a ratos dura, a ratos deforme y siempre viscosa. A veces dudo de si puede ser mi verdad. Lo único que sé es que, cuando he dado palabra a mi cuerpo, este ha conseguido descansar. Con lo que me quedo con la ligereza del reposo profundo como prueba de haber estado cerca de la verdad

Decidí así buscar la felicidad (o lo que un cuerpo vulnerable puede definir como tal) dentro de mí. Pero no de una manera espiritual, sino de la manera más carnal posible: dentro de mis bragas, entre mis labios externos y mis labios internos, al fondo de mi vagina

La culpa la tiene la estúpida creencia de que la infancia es la mejor etapa de la vida.

Escribiendo me gano mi derecho a la vida. Escribiendo dejo de ser una masa que ocupa espacio y me convierto en una masa que abre el espacio.

Pues en la escritura, como en algunos de los caminos trazados por los pies, solo sabes dónde terminas cuando has llegado. E incluso es posible que, cuando hayas regresado, no sepas por dónde anduviste.

Se trata de «la fuga». Lo leí en un artículo de Paul B. Preciado citando a Gilles Deleuze.